Domingo 11 de abril de 2021
Texto base: Ap. 1:1-3.
¿Qué pasa por tu mente cuando piensas en el libro de Apocalipsis? ¿Lo has leído alguna vez completo? ¿Lo has estudiado? ¿Lo entiendes?
Para algunos, Apocalipsis está rodeado de una niebla misteriosa, lleno de figuras difíciles de descifrar, de profecías terribles, de mensajes aterradores, de criaturas extraordinarias e imágenes que llaman nuestra atención y curiosidad, pero pareciera que comprensión está reservada para gente muy estudiosa que se ha dedicado años a comprender este libro, y que son admirados por su conocimiento inalcanzable.
Muchos cristianos no se atreven a leerlo por temor a no entenderlo, ¡o por miedo de entenderlo! Por lo mismo, varios huyen de predicar este libro, y algunos comentaristas de la Biblia nunca llegaron a comentarlo. En el otro extremo, tantos otros, movidos de una osadía casi insolente se adentran en las profundidades de Apocalipsis sin tener mayor conocimiento del resto de la Biblia. Rápidamente se envanecen y no pasa mucho tiempo para que hagan del resto de la Biblia un simple agregado de este libro, en el que centran toda su atención.
Por otra parte, es un libro que se asocia a grandes polémicas. Si hay fuertes controversias teológicas sobre pasajes más claros, ¿Cuánto más sobre este libro, escrito en un género distinto y al que no estamos habituados?
Siendo un libro inspirado por Dios, no debemos acercarnos a él con morbo sensacionalista, ni con una disposición esotérica de encontrar en él oráculos que aterroricen a los cristianos. Tampoco debemos estudiarlo para lucir nuestro conocimiento personal ni nuestra supuesta capacidad para entender cosas que otros no pueden. Debemos acercarnos con una fe reverente y dispuesta a la obediencia.
Por lo mismo, es preciso detenernos un momento para hacer una introducción a este libro, aclarando conceptos que será necesario tener presentes durante toda esta serie de predicaciones, ya que de otra manera no comprenderemos el mensaje que el Señor ha querido entregarnos en este libro.
I. Autor, mensajero y destinatarios de la revelación
El libro de Apocalipsis tiene el formato de una carta, con un saludo, un cuerpo y una despedida. Es interesante pensar que, si bien, todas las cartas de los apóstoles fueron inspiradas por el Señor y son para el provecho de toda la Iglesia, la carta de Apocalipsis remarca la revelación directa de Jesús, y la aplica de forma explícita toda iglesia en todo tiempo.
Esto no significa que Apocalipsis sea más inspirado que las cartas de los Apóstoles, pero el hecho de que se presente directamente como la revelación de Jesucristo, da un glorioso broche final a las Escrituras inspiradas.
Los vv. 1-3 son un prólogo o introducción que anticipa a los receptores de la carta lo que pueden esperar de su contenido. Destaca en estos breves versículos: la autoridad divina del mensaje (v. 1), su certeza (“deben suceder”) y su relevancia crucial (v. 3).
i. Autor
Se describe como “la revelación (apocalipsis, ἀποκάλυψις) de Jesucristo”, que el Padre le dio. El Apocalipsis no es simplemente un libro sobre cosas futuras o eventos misteriosos, sino que es la revelación de Jesucristo a sus siervos, y esto lo une al resto de los 65 libros de la Escritura: todos revelan la gloria de Dios en Jesucristo. Se le conoce como “Apocalipsis de Juan”, pero es en realidad el “Apocalipsis (revelación) de Jesucristo”, según declara el mismo libro.
La palabra griega apokalypsis significa precisamente eso, “revelación”, o “lo que se está descubriendo” (en el sentido de quitar el velo), y en el contexto de la Escritura significa que el Señor está entregando Palabra inspirada a Su pueblo, manifestando algo que antes estaba oculto.
En el libro destaca la idea del testimonio, que está muy presente también en el Evangelio y las cartas de Juan. La palabra griega para testimonio (μαρτυρέω) dio origen a nuestro concepto “mártir” (testigo, aquel que da testimonio).
En este sentido, Jesús es presentado como el testigo fiel, y su testimonio se encuentra en este libro. Además, la Iglesia se ve representada como los dos testigos de Cristo ante el mundo. Tal como Jesús entregó su vida testificando de la verdad, así la Iglesia, sufrirá persecución por entregar su testimonio de Cristo al mundo, en muchos casos hasta la muerte.
ii. El mensajero
Hay una cadena para comunicar el mensaje: el Padre se lo dio al Hijo, quien a su vez se lo entregó un ángel para que se lo hiciera llegar a Juan. Este Apóstol es el comisionado para darlo a conocer a la Iglesia.
Aunque algunos han puesto en duda que se trate del Apóstol Juan, y lo atribuyen a otro Juan o a alguien que usó ese nombre, lo cierto es que nadie más que el Apóstol podía presentarse simplemente diciendo que era “Juan”, siendo reconocido inmediatamente por los cristianos de ese tiempo y lugar. Recordemos que Juan pastoreó la iglesia de Éfeso, siendo ampliamente conocido por las iglesias de Asia Menor, a las que va dirigido originalmente este libro.
No entraremos en esta discusión, ya que excede el propósito de este mensaje introductorio, pero baste decir que autores de los primeros siglos como Justino Mártir, Ireneo de Lyon, Melitón obispo de Sardis, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Jerónimo e Hipólito reconocen al Apóstol Juan como autor de este libro.
La manera en que el Señor quiso dar a conocer este libro nos muestra que Él es soberano en cómo revela el mensaje, pues en el Nuevo Testamento notamos que lo hace de distintas maneras, y siempre es un acto que nace de Él, y lo comunica en la forma en que Él determina.
Veamos que no es un mensaje simplemente humano, una ocurrencia de Juan o de algún otro que quiso robar su nombre. Consideremos que aquella época fue muy fértil en literatura apocalíptica. Poco después del s. I, comenzaron a aparecer libros como los Apocalipsis de Pedro, de Esteban y de Tomás, siendo estos dos últimos de autores gnósticos. Antes se habían escrito otros libros en este género, como los apocalipsis de Enoc, Esdras y Baruc.
Pero esta revelación de Jesucristo a través de Juan fue inspirada por el Señor, y así fue reconocido por la Iglesia, a diferencia de lo que ocurría con los otros libros mencionados, que fueron rechazados como no inspirados. El Señor quiso que el último libro inspirado en la Escritura afirmara de forma explícita que es Su revelación, que fue entregada por un ángel a Juan, y así quedó registrada en texto para las generaciones posteriores.
Aunque los ángeles tendrán un rol notorio e importante a lo largo del libro, ninguno de ellos es fuente de gracia ni de verdad. El mensaje a la Iglesia viene de parte del Señor.
iii. Los destinatarios
Se dirige a los siervos (δοῦλος) de Cristo. No es un mensaje sólo para los eruditos, ni para un grupo especial de iluminados, ni únicamente para pastores o maestros, sino que se dirige a todos quienes viven para Cristo, en todo tiempo y lugar, los que se ven representados en las siete iglesias de Asia. Esto queda claro en el mismo encabezado del libro.
Ciertamente, Apocalipsis tenía un significado y una aplicación inmediatos para los lectores contemporáneos a Juan, pues ya estaban viviendo los últimos tiempos. Más aun sabiendo que la Iglesia de la era de los apóstoles experimentó hechos que fueron un anticipo de lo que viviría la Iglesia a lo largo de los siglos, en particular la de los días finales. Es decir, la persecución y las pruebas que ellos vivieron y los enemigos que enfrentaron, eran un anuncio de lo que atravesaríamos sus hermanos después de ellos.
Tengamos en cuenta que la Iglesia fue perseguida desde el comienzo por los judíos. En la década del 60 d.C. ya había enfrentado una dura persecución bajo Nerón, en la que se cree que murieron los Apóstoles Pedro y Pablo. Poco más tarde, en los 90 d.C., que es cuando se cree que Juan escribió Apocalipsis, ocurrió la persecución de Domiciano, una de las más cruentas que se hayan producido alguna vez, y donde este emperador representaba fielmente las perversiones del anticristo al declararse dominos et deus (señor y dios). Cuando escribió Apocalipsis, el mismo Juan se encontraba desterrado en la isla de Patmos “por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (1:9). Una década después, vendría la persecución de Trajano, a la que siguieron varias más.
Por lo mismo, en este libro el Señor da consuelo a una iglesia perseguida, ciertamente la del s. I que recibió este libro, pero también la de toda esta era del Nuevo Pacto. Ese consuelo es mostrar cómo Jesucristo vencerá sobre todos sus enemigos y cómo tiene dominio absoluto sobre toda nación, todo gobierno y todo el curso de la historia, teniendo como final de todas las cosas el establecimiento de Reino sobre toda la creación.
Sabiendo que este contexto de persecución y aflicción se ha mantenido durante toda la historia, la Iglesia siempre ha necesitado el mismo consuelo y esperanza que recibieron estos creyentes del s. I.
Algunos piensan que la bestia, el anticristo y babilonia son realidades sólo de los días finales. Eso habría sido un mal chiste para nuestros hermanos del s. I, quienes enfrentaban esta aflicción como una realidad presente y muy concreta, de modo que podían identificarse con todas las verdades y los símbolos expuestos en este libro.
En el extremo opuesto, otros piensan que la bestia, el anticristo y babilonia se refieren a eventos y personas que pertenecían únicamente al s. I. Esto es incomprensible para todos los cristianos a lo largo de la historia y aún hoy, que han sufrido la oposición de estas fuerzas de las tinieblas como una realidad cotidiana, y que por tanto necesitaron y necesitan el consuelo que entrega esta revelación.
El mensaje de fondo es que “toda generación tiene que apropiarse y aplicar el mensaje del Apocalipsis. Y cada generación de creyentes debe esperar con anhelante expectación el retorno del Señor”.[1]
II. El propósito y la forma de la revelación
El texto nos dice que el Padre, a través de Su Hijo (Mediador), quiere dar a conocer a Sus siervos lo que ha de suceder pronto, para lo cual deben estar informados y preparados.
Cuando dice que el tiempo está cerca, no se refiere a una fecha de calendario, ya que usa el gr. καιρός (kairos), que apunta al tiempo para una decisión o un momento oportuno. Agustín señala que los griegos usan esa palabra para referirse al “que se percibe como tiempo para cosechar, vendimiar, calor, frío, paz, guerra y cualquier cosa parecida”.[2]
Y el tiempo se cumplió con la encarnación, muerte y resurrección del Mesías: el Señor ya echó a andar la etapa final de su plan para el mundo, que es su victoria definitiva sobre el mal, exaltando a Cristo y a Su pueblo.
En el último cap. del libro, dice también: “Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto” (22:6). Esto lo hace en el contexto del anuncio de la venida de Cristo, quien dice a continuación: “¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro” (v. 7). Esto remarca la necesidad de que la Iglesia esté siempre lista y esperando la inminente venida del Señor Jesús, tanto en el s. I como hoy, así como las vírgenes sabias de la parábola que mantuvieron sus lámparas con aceite esperando la llegada del novio (Mt. 25:1-13).
La forma en que presenta su exhortación y consuelo es en un género literario especial, llamado apocalíptico. Mientras los griegos preferían el uso de conceptos abstractos con un significado preciso (que es más parecido a nuestro enfoque), los judíos y demás orientales recurrían a figuras para explicar lo que querían decir de una manera más clara. De ahí que en los salmos se describa a Dios como “roca”, “castillo”, “fortaleza”, términos que deben ser tomados en conjunto y no cada uno en particular. Así también Jesús se describió como el Buen Pastor, la Vid Verdadera, el Pan de Vida, que son imágenes que debemos tomar en conjunto para conocer lo que Cristo quiere revelarnos.
Este uso de imágenes y símbolos se intensifica en el género apocalíptico. Lo que se hacía con este enfoque no era ocultar realidades ni hacerlas más confusas, sino que se enfatizaba lo que se estaba relatando, se le daba una representación, un significado gráfico casi como si se tratara de una pintura.
En ocasiones, Juan interpreta los símbolos (estrellas, candeleros, serpiente, mar), pero en otras, es necesario leer libros adicionales de la Biblia para entender a qué se está refiriendo. Algo fundamental aquí es que no se trata de detenerse en los detalles de los símbolos, sino en su mensaje de fondo.
Por lo mismo, el se acerca a Apocalipsis como si estuviera escrito en el mismo género que las Epístolas de Pablo o los Evangelios, terminará naufragando. No todo lo que dice el Apocalipsis es figurativo, hay partes que según el mismo contexto son literales, pero en general nos encontraremos con muchas figuras, imágenes y símbolos que debemos interpretar como tales, y no literalmente.
Así, por ejemplo, vemos que suelen utilizarse números como símbolos, y pocas veces se usan de manera literal. Por ejemplo, el 7 se relaciona con la perfección y lo completo, el 4 simboliza la creación y el 1000 se refiere a algo muy abundante.
También se usan contrastes para enseñar verdades. El mayor de ellos es entre Cristo y Satanás, la luz y la oscuridad, la vida y la muerte, el cielo y el infierno, los marcados por la bestia y los sellados del Cordero. En el libro también contrasta escenarios: lo que ocurre en el Cielo y lo que sucede en la tierra.
Se presenta a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo (1:4,5), mientras que Satanás se presenta como el diablo, la bestia y el falso profeta. Dios es el «que es y que era y que ha de venir» (1:4), pero satanás «era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición» (17:8).
Otro recurso son los énfasis, como la repetición. Por ejemplo, dice: «Ha caído, ha caído la gran Babilonia» (18:2). Otras veces se usan paralelos para resaltar la misma verdad pero desde distintos enfoques, o con distintas imágenes.
Prácticamente todos estos recursos del lenguaje de Apocalipsis son tomados de las visiones y profecías de libros como Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y Zacarías; tanto así que en los 404 versículos del Apocalipsis hay unas 500 referencias al Antiguo Testamento, ya que frecuentemente hay más de una por versículo.
III. La estructura de la revelación
Considerando lo anterior, Apocalipsis no sigue un orden cronológico de los hechos que ocurrirán. No hace un relato como si fuera un periódico o un libro de historia. En lugar de eso, revela un gran cuadro en el que Cristo y Satanás se enfrentan, pero no como dos fuerzas iguales, sino que en todo momento mostrando a Cristo como el Rey victorioso.
De este gran cuadro se desprenden distintas escenas, con diversos imágenes y símbolos, pero siempre debe entenderse que forman parte de este gran cuadro, de otra manera se perderá todo el sentido de lo que dicen.
Estas escenas se agrupan en 7 ciclos paralelos, en donde cada uno comienza en el contexto de la primera venida de Cristo y termina en la segunda (los “últimos tiempos”). Estos ciclos se refieren a esta era y a la consumación de todas las cosas, pero con diferentes ópticas y énfasis, y van subiendo en intensidad a medida que finaliza el libro. Esto hace que Apocalipsis sea una joya literaria. Veamos un breve panorama de los ciclos:
- 1er Ciclo: Caps. 1 al 3. “Cristo y sus Iglesias”
Cristo comienza el libro ubicándose en la realidad contemporánea de las siete iglesias a las que se dirige el libro. Se muestra a Jesús glorificado y victorioso, un Salvador que consuela a las congregaciones haciéndoles ver que las conoce y sabe las circunstancias, pruebas y pecados de cada una. Las anima frente a la persecución y les advierte contra el pecado. Hace una advertencia a cada iglesia sobre el destino eterno, pero se invita a todos a considerarlas.
Así, el libro contiene una carta específica para cada congregación (caps. 1-3), pero también un mensaje general que está dirigido a todas ellas (caps. 4-22).
- 2do Ciclo: Caps. 4-7, “Visión de Dios, el Cordero y el Libro, el Pueblo de Dios”
El Señor anima a las iglesias mostrando que en el Cielo todo es gloria, gozo y adoración al Dios Trino. Hay un libro con siete sellos que contiene el plan de Dios para los últimos tiempos, y el único digno de abrir esos sellos Cristo: el destino del mundo está en las manos de quien murió para salvarnos.
Se desatan los sellos y en ellos se anuncian los distintos males que enfrenta este mundo en su camino al juicio final, pero se aclara que los mártires de la persecución son guardados por Dios bajo su altar, y llegará un día en que su sangre será vengada.
El sexto sello presenta la segunda venida de Cristo y el juicio final. No importa tu riqueza o posición social: si eres incrédulo deberás enfrentar la ira del Cordero. Será preferible ser sepultado por las montañas antes que hacer frente a Su mirada.
Pero antes de abrir el séptimo sello, hay una pausa en el cap. 7, en la que Dios sella a Su Iglesia en la tierra para que no sean destruidos con el mundo, mientras en el Cielo, los santos que murieron en la gran tribulación están seguros y gloriosos: son una multitud incontable que fue salva de todas las tribus, pueblos, lenguas y naciones.
- 3er Ciclo: caps. 8-11, “Las siete trompetas”
El Señor nos informa que ocurrirán hechos terribles, que son como trompetas con las que Dios da una fuerte alarma que debe ser oída por todos. Ocurrirán catástrofes y grandes tragedias de diversa clase, pero que no destruirán el mundo por completo porque su objetivo es mover a los hombres al arrepentimiento (9:20). Sin embargo, no se arrepentirán, sino que permanecerán en sus pecados. Cuando se toque la séptima trompeta, todo se consumará (10:7).
Pero ¿No había terminado todo en el cap. 6 con la segunda venida? Aquí vemos que este 3er ciclo es paralelo, y recapitula hacia un momento anterior.
El cap. 11, a través de la visión del templo y de los dos testigos, muestra la obra evangelizadora de la Iglesia en la tierra. Aprendemos aquí que cuando llevemos el mensaje a todo el mundo, seremos perseguidos por los incrédulos hasta prácticamente desaparecer, pero el Señor nos levantará en gloria, para espanto de los rebeldes a Su Palabra.
El 11:15 muestra la séptima trompeta, otra descripción del fin del mundo, donde los reinos de la tierra son entregados a Cristo, y su Reino se establece visible y definitivamente, para siempre, mientras que sus enemigos son juzgados (vv. 18-19).
- 4to ciclo: caps. 12-14, “La mujer, el dragón y las bestias”
El cap. 12, a través de las figuras de la mujer y el dragón, nos muestra la victoria de Cristo sobre satanás en su ascensión, logrando que el acusador fuera expulsado del Cielo. Por ello, el dragón desata su furia persiguiendo a la Iglesia en el mundo.
Para ello cuenta con la bestia y el falso profeta, sus dos brazos humanos en el mundo, que son el poder humano y las doctrinas falsas.
Los caps. 13 y 14 marcan el contraste entre los marcados por la bestia, que son los incrédulos, y los sellados del Cordero, que es la iglesia, y se da una nueva imagen del juicio final, que es descrito como una gran cosecha (14:14ss).
- 5to ciclo: caps. 15-16, “Las siete copas de la ira de Dios”
Las copas no son advertencias como las trompetas, sino que derraman la ira final de Dios. Serán hechos terribles que lo destruirán todo, pero el Señor nos consuela mostrándonos que los santos están seguros en el cielo, alabando Su Nombre.
Con la séptima copa, se declara «hecho está» (v. 17), mostrando otra vez el fin del mundo. Esto evidencia nuevamente que son ciclos paralelos, aunque mientras avanza el libro va subiendo en intensidad, tal como mientras más avanza el tiempo, más cerca estamos del fin y los acontecimientos en la historia demostrarán más intensamente que el juicio de Dios está cerca.
- 6to ciclo: caps. 17-19, “El juicio de Babilonia, las bodas del Cordero y la victoria del Rey”
Nos muestra que el mundo se divide entre los ciudadanos de Babilonia y los de la Nueva Jerusalén. Estas son dos nacionalidades espirituales. Babilonia es el sistema humano lleno de rebelión y pecado que los incrédulos levantaron. Tal como construyeron Babel (Gn. 11), aquí desarrollaron una sociedad perversa, sin Dios, que es como una gran ramera, llena de perversión y fornicación. No se refiere a un lugar o país en específico, sino a todo el sistema de la humanidad sin Dios, con sus creencias, gobierno, doctrinas y dioses falsos.
Esto contrasta con la Nueva Jerusalén, la novia pura, que no fue construida por los hombres desde la tierra hacia el Cielo, sino que desciende de Dios, desde el Cielo a la tierra. Los únicos que pertenecen a ella son los que han sido salvos por la fe en Jesús.
El cap. 18 relata cómo el Señor destruye Babilonia, lo que causa lamento en la tierra y alabanza en el Cielo. En contraste, la Nueva Jerusalén disfruta la fiesta de bodas del Cordero.
El cap. 19 presenta el juicio final, con Cristo como el Rey victorioso que destruye a sus enemigos: la bestia, el falso profeta y todos quienes los siguieron, con gran mortandad. El relato del juicio de satanás se deja pendiente para el ciclo siguiente.
- 7mo ciclo: caps. 20-22 “El reino de mil años, el juicio y la eternidad”
El último ciclo nos devuelve al comienzo de esta era, cuando Cristo ató a satanás en su muerte y resurrección. Así, el Cristo resucitado asume el Trono como Hijo de David y reina con su Iglesia, la que se expande por el mundo. Antes de la primera venida de Cristo, todas esas naciones estaban bajo las tinieblas de la idolatría y el engaño de satanás. Pero luego de que satanás fue atado, el Evangelio alumbró esos pueblos y llegó a ellos la salvación.
Cuando termina esta era de evangelización, satanás es soltado y vuelve a engañar a las naciones, las que se unen para destruir a la iglesia. Es lo mismo que fue relatado con los dos testigos, pero con otras figuras. Aunque todo el mundo se empeña en matar a los santos, el Señor interviene y destruye a satanás y sus seguidores en la segunda venida de Cristo.
Se produce así el juicio del gran Trono Blanco (20:11ss), en el que se sella el destino definitivo de la humanidad: unos para condenación y otros para la gloria eterna.
Así se muestra la visión de los cielos nuevos y tierra nueva (caps. 21-22), donde la gloria de Dios lo llenará todo y ya no existirá el pecado. Todo ha sido restaurado, los salvos ya han sido glorificados, el reino del Señor ya no tendrá oposición, y Él habitará en la gloria con Su Iglesia en la ciudad santa, por toda la eternidad.
Estos siete ciclos se agrupan a su vez en dos grandes divisiones:
i. Caps. 1-11: se enfatiza el conflicto entre la Iglesia y los incrédulos, que puede rastrearse hasta Gn. 3:15. Desde que existe el pecado, la humanidad se divide entre los rebeldes a Dios (hijos de la serpiente), y el pueblo de Dios salvo por la fe (hijos de la mujer). En estos 11 capítulos, se relata cómo la Iglesia es perseguida y afligida por los incrédulos, pero es guardada por Dios y finalmente exaltada, mientras los incrédulos son juzgados.
ii. Caps. 12-22: se muestra el trasfondo espiritual del conflicto entre la Iglesia y el mundo. Se trata del enfrentamiento entre Cristo y satanás, el Cordero y el dragón. En esta sección, Cristo vence sobre satanás y sus aliados: la bestia, el dragón y la ramera, terminando con el juicio final y la gloria eterna en cielos nuevos y tierra nueva.
Estos siete ciclos agrupados en estas dos grandes divisiones forman parte de un solo gran cuadro: Cristo vence sobre satanás y sus rebeldes, y en esta victoria exalta y glorifica a la Iglesia junto con Él. Este gran cuadro debía ser de enorme consuelo para la iglesia del s. I, y debe serlo también para nosotros.
El libro termina repitiendo la bienaventuranza del comienzo (1:3) para quienes oyen la palabra de esta profecía, anunciando nuevamente la venida de Cristo. La Iglesia y el Espíritu claman por Su venida, y la Iglesia termina rogando por su retorno: “sí, ven, Señor Jesús” (22:21).
IV. La reacción debida ante el mensaje
Considerando lo fundamental de esta revelación y su mensaje, Dios espera que todo Su pueblo lo reciba muy atento, y añade una bienaventuranza (μακάριος) en el v. 3 a quienes leen, escuchan y guardan esta profecía, porque el tiempo (καιρός) está cerca. Es decir, este libro no sólo pronuncia juicio sobre los infieles, sino que ante todo da consuelo a los fieles. “Apocalipsis no tiene la intención de entretener a los lectores, sino de fortalecer los corazones de los creyentes” (BER). Justamente, el propósito del libro es consolar a la Iglesia que lucha en la tierra, en medio del conflicto que lleva contra las fuerzas del mal.[3]
Habrá un cumplimiento final de todas las cosas, pero ocurren sucesos a lo largo de la historia que sirven de anuncios, que nos obligan a enfrentar el fin antes del fin.
Al llamarla profecía, refuerza su carácter de Palabra de Dios con la misma autoridad y certeza que tienen las profecías del A.T., pero no anunciando la primera venida de Cristo, sino su segunda venida en gloria. Al igual que las antiguas profecías, tiene un mensaje de restauración y juicio: consuelo para la Iglesia y condenación para los rebeldes.
La redacción de la bienaventuranza refleja un culto público en el que hay una lectura de la Palabra (“el que lee”) y quienes la reciben con reverencia (“los que oyen”). Esto se explica porque los libros de la Biblia debían copiarse a mano, y por lo mismo los manuscritos eran escasos y muy costosos. La forma en que la gran mayoría de los cristianos conocía la Biblia era porque ella se leía y exponía desde el púlpito, en los cultos de adoración.
Esto se aleja de la idea actual en la que sólo importa la relación personal que cada uno tiene con el Señor, y nos llama a ser expuestos a la Palabra en comunión, animándonos en nuestra esperanza indestructible ante la oposición que enfrentamos en el mundo. Así, “Las bendiciones del Señor descienden tanto sobre la persona que lee en voz alta las palabras de este Apocalipsis en el servicio local de culto como sobre los oyentes que escuchan con reverencia y obediencia esas palabras”[4].
Pero más precisamente, ¿Quiénes son los bienaventurados? No son simplemente los que oyeron con curiosidad de lo que va a suceder en los días finales. No son los que toman este libro como si fuera un horóscopo y deforman sus palabras para que calcen con noticias actuales. Son aquellos que reciben este libro como lo que es: Palabra de Dios, y tiemblan ante esta Palabra, dejando que sus vidas sean impactadas por ella. Son los que hacen caso del mensaje y honran a Dios creyendo lo que dice, abrazando sus promesas y obedeciendo lo que ordena. Son los que toman en serio las Palabras de Jesús y viven conforme a ellas.
¿Quieres ser considerado bendito por el Señor? Escucha y guarda las palabras de esta profecía. Todo lo que estudiamos hoy no es para llenarnos de datos muertos y sin utilidad práctica, sino para conocer mejor al Señor, al Alfa y Omega, quien dio esta revelación para afirmarnos en fe.
El libro nos habla de Cristo y su gobierno de la historia, de su presencia en medio de su Iglesia, de su victoria por medio de ese pueblo que es fuertemente sacudido, pero que tiene la victoria asegurada, y que será preservado, perfeccionado y santificado a través de los eventos finales. La Iglesia tiene un rol crucial en el mundo, más importante que el de cualquier nación, por más poderosa que fuere.
El Reino de Dios se establecerá a través de un conflicto terrible, que tiene un profundo trasfondo espiritual. ¿Estás sufriendo? ¿Te duele ver tu propia maldad y la que te rodea? ¿Te sientes luchando por perseverar, mientras eres tentado de muchas maneras y debes enfrentar la oposición del mundo? Bienvenido a la Iglesia, que sufre aflicción en este mundo, pero siempre es consolada por el Señor y será exaltada en gloria.
¿Cuál será tu fin? Tú, yo y toda persona en este mundo estamos en este libro. Tu fin lo estás construyendo hoy. ¿Serás de los que llevan la marca de la bestia, o de los que son sellados por Dios? ¿Serás de los arrojados al lago de fuego, o de los que reinan con Cristo para siempre en la gloria? ¿Serás de los que querrán que los montes los aplasten para esconderse de Cristo, o de aquellos recibidos por Él en la gloria?
La única forma de vencer es por medio de la fe en el Cordero que fue inmolado, que es el mismo que vendrá por segunda vez, pero en esta oportunidad como el Rey victorioso en su caballo blanco, con la espada de la Palabra saliendo de Su boca. Este Rey de gloria nos dice:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. 21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. 22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:20 22).