Domingo 27 de agosto de 2023

Texto base: Mt. 6:9-13 (v. 13).

Desde la entrada del pecado al mundo, el ser humano ha tenido consciencia del mal y de su necesidad de luchar contra él. Algunos han entendido que el mal es una especie de fuerza oscura que actúa en las personas y en las cosas, causando que obren en contra del bien. Otros ven que el mundo es un escenario en que dos fuerzas equivalentes se oponen y mantienen un equilibrio, siendo una de ellas el bien y otra el mal. Otros atribuyen el mal a la obra de ciertos espíritus oscuros, y aun otros atribuyen el mal a los caprichos de dioses violentos y temperamentales. Hoy, algunos se han atrevido a afirmar que no existe algo así como el bien y el mal, pero bastará conversar un rato con ellos para darse cuenta de que ni ellos mismos creen realmente tal cosa, y que asumen que hay cosas buenas y otras malas.

Más allá de todas estas visiones, es el Señor quien nos dice en Su Palabra la visión correcta que debemos tener sobre el mal, y cómo podemos ser protegidos de él y tener victoria. Tristemente, nos percatamos de que muchos de los que creen estar luchando contra el mal, en realidad están inmersos en él y cuando creen combatirlo, en realidad lo están practicando.

La Biblia presenta una lucha espiritual de la que nadie puede escapar, pero no entre fuerzas iguales que batallan para determinar quién vencerá, sino, por un lado, entre el Dios Todopoderoso que ciertamente triunfará y que es seguido por Su pueblo, por otro lado, todos aquellos que se rebelan contra Su voluntad, y que serán juzgados y condenados por ello. Con esa lucha es que se relaciona esta sexta petición del Padrenuestro.

Para entender esta última petición de la oración modelo de Jesús, i) expondremos la tendencia natural del corazón bajo el pecado, y que es opuesta a esta petición; ii) analizaremos qué significa la petición, y iii) meditaremos en cómo debemos vivir a la luz de ella.

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I.Tendencia natural del corazón bajo el pecado

Como hemos expuesto en cada petición de esta oración, hay una inclinación en nuestro corazón bajo el pecado que se opone al ruego que Jesús nos manda hacer.

i.Deseo del mal: Lejos de sentir aborrecimiento hacia el mal, nuestro corazón bajo el pecado siente curiosidad hacia él, queriendo acercarse lo más posible a lo que Dios reprueba y abrigando un deseo del pecado. Esta tendencia perversa la encontramos en el primer pecado, cometido en el huerto, cuando a pesar de la clara prohibición que Dios había hecho de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, dice que “la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría” (Gn. 3:6). Es decir, Eva sintió curiosidad y deseo por lo que Dios les había prohibido.

Por lo mismo, el Señor advirtió al pueblo de Israel antes de entrar en la tierra prometida, acerca del culto de las naciones a sus ídolos: “no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré” (Dt. 12:30 RV60). El Señor conoce la maldad del corazón bajo el pecado, y sabe que la curiosidad por el mal ya implica de alguna forma abrazarlo en el corazón incluso antes que en el acto, por eso les ordena: ¡Ni siquiera pregunten!

A veces nuestros corazones desean lo malo y excusan esto de manera sutil, hasta usando pasajes bíblicos, como “examinadlo todo, retened lo bueno”, o invocando una supuesta libertad cristiana para exponerse a lo malo, cuando el Señor en Su Palabra jamás nos da la licencia para curiosear en el pecado, que sería lo mismo que meter la nariz en un basurero público con la excusa de que algo bueno podemos encontrar allí.

ii.Imprudencia ante la tentación: lejos de huir de la tentación, el corazón corrompido busca ser tentado, se expone al poder engañoso del pecado y presta su oído para ser seducido por el tentador. Es como un comprador que va a la feria de la vanidad, buscando que los vendedores de pecado le convenzan con las mejores ofertas. No se guarda de los peligros espirituales, sino que se expone a ellos.

Así ocurrió con el rey David. Se dice que David era un hombre conforme al corazón de Dios (1 S. 13:14), y durante su vida experimentó de manera personal y directa el poder de Dios. Había sido sostenido y librado de sus enemigos, Dios le había dado un pacto en que le prometió que le daría un Hijo que reinaría para siempre. Había confirmado su reino y afianzado su gobierno, y le había dado victoria sobre reyes y pueblos enemigos.

Sin embargo, David en un momento dejó de ir a la guerra con sus enemigos, como era su deber, y en lugar de eso se quedó ociosamente en su casa. Dice que “al atardecer David se levantó de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey, y desde el terrado vio a una mujer que se estaba bañando; y la mujer era de aspecto muy hermoso” (2 S. 11:2). Todos sabemos cómo terminó esta historia: con David cometiendo adulterio, mentira y homicidio contra uno de sus hombres más leales.

Esta fue la caída más grosera y terrible de David, siendo uno de los episodios más tristes en la Biblia. Todo comenzó con la imprudencia ante el pecado, con la necedad de ofrecerse a ser tentado, en lugar de huir de la tentación. Cuando tenemos esta actitud, sabemos dónde empezamos, pero no dónde ni cuándo terminamos.

Esto debe darnos una gran lección: el ocio es una de las maneras más claras de exponerse a la tentación y a ser arrasado por el pecado. Quien no está haciendo lo que debe hacer, pronto se encontrará haciendo lo que NO debe hacer. Por eso, algunos han dicho que el ocio es el taller del diablo, es allí donde se forjan nuestras caídas más tontas y escandalosas.

iii.Vana confianza: relacionado con el punto anterior, ante el pecado pensamos de manera distorsionada, creyendo la mentira de la serpiente, que prometió: “no moriréis”. Un engaño clásico de satanás, es presentar al pecado como un dulce irresistible, disfrazando o escondiendo sus consecuencias, cuando en realidad es un veneno mortal que destruye a quienes lo consumen.

Está claro lo que ocurrió con Adán y Eva cuando pensaron que no morirían: terminaron cayendo ellos y arrastrando a toda la raza humana a la muerte. Balaam pensó que podría salirse con la suya al dar la receta para destruir a Israel, pero terminó muerto a espada. Acán pensó que podría guardar ese manto babilónico y esos lingotes de oro, pero terminó siendo ejecutado por su pecado. Giezi pensó que podía sacar dinero a Naamán el sirio luego de la sanidad que había experimentado, pero terminó siendo castigado con lepra de por vida.

Sin duda, hay muchos casos sobre esto en la Biblia, pero uno especialmente dramático es el de Sansón. Cuando Dalila lo entregó, avisándole que venían los filisteos sobre él, Sansón pensó: “Saldré como las otras veces y escaparé. Pero no sabía que el Señor se había apartado de él” (Jue. 16:20). Este es uno de los versículos más tristes de la Biblia, pero refleja la vana confianza de los que pretenden jugar libremente con el pecado sin sufrir consecuencias. La Biblia dice: “¿Puede un hombre poner fuego en su seno Sin que arda su ropa? 28 ¿O puede caminar un hombre sobre carbones encendidos Sin que se quemen sus pies?” (Pr. 6:27-28).

iv.Endurecimiento en el pecado: el corazón corrupto se esclaviza al pecado, incluso sabiendo que es dañino. Eso que hoy llamamos “adicciones” y que consideramos un problema de salud, es ante todo un problema espiritual: se trata de idolatría y de esclavitud del pecado. Desde luego, eso tendrá consecuencias en nuestro cuerpo y nuestra alma, lo que frecuentemente afecta la salud en diversas formas, pero la raíz del problema es ciertamente espiritual.

Tanto es el poder que tiene el pecado para endurecer el corazón, que incluso quienes han experimentado dificultades y han rogado el auxilio de Dios, luego de que el problema pasa continúan en sus pecados. Spurgeon comentaba que muchos se arrepentían sentidamente de sus pecados cuando pensaban que estaban en su lecho de muerte, pero al recuperarse de la enfermedad que los tuvo al borde de la agonía, volvían a sus vidas de siempre, lejos de Dios. Contaba de varios capitanes de barco que clamaban a Dios y prometían servirle si los libraba de naufragar en la tormenta, pero que al llegar a tierra firme seguían en sus pecados como siempre.

Esta porfía del corazón humano se aprecia en el libro de Jueces, en que el pueblo una y otra vez se entregaba a un círculo vicioso:

Cuando el Señor les levantaba jueces, el Señor estaba con el juez y los libraba de mano de sus enemigos todos los días del juez. Porque el Señor se compadecía por sus gemidos a causa de los que los oprimían y afligían. 19 Pero cuando moría el juez, ellos volvían atrás y se corrompían aún más que sus padres, siguiendo a otros dioses, sirviéndoles e inclinándose ante ellos. No dejaban sus costumbres ni su camino obstinado” (Jue. 2:18-19).

Esta inclinación encontramos en el corazón bajo el pecado.

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II.Significado de esta petición

Siendo esta la tendencia natural del corazón bajo el pecado, si puedes rogar sinceramente diciendo “Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal”, es porque el Espíritu Santo ha hecho una obra sobrenatural transformando tu ser desde lo más profundo.

Las tres primeras peticiones están relacionadas con la gloria de Dios, Su reino y Su voluntad, mientras que las tres últimas nos hablan de nuestras necesidades aquí en la tierra: “Danos hoy el pan nuestro de cada día” se centra en nuestra provisión, “perdónanos nuestras deudas” se relaciona con nuestra necesidad de la misericordia de Dios, y “no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal” tiene que ver con nuestra necesidad de protección.

Arthur Pink resume magistralmente la relación entre esta petición y las demás:

… la petición anterior tiene que ver con el lado negativo de nuestra justificación, mientras que esta tiene que ver con nuestra santificación práctica; las dos bendiciones nunca deben separarse. Así vemos que el equilibrio de la verdad una vez más se conserva perfectamente. En segundo lugar, los pecados pasados han sido perdonados y debemos orar fervientemente para que la gracia impida que los repitamos. No podemos desear correctamente que Dios perdone nuestros pecados a menos que con toda sinceridad anhelemos la gracia para abstenernos de lo mismo en el futuro. Por lo tanto, nuestra práctica debe ser suplicar fervientemente por la fuerza para evitar que los repitamos. En tercer lugar, en la quinta petición oramos por la remisión de la culpa del pecado; aquí pedimos por la liberación de su poder.[1]

A pesar de que algunos dividen esta última petición en “no nos dejes caer en tentación” y “líbranos del mal” como si fueran dos, nos parece que en realidad se trata de una sola, de manera que esta oración modelo tiene una invocación, seis peticiones y una conclusión.

Esta petición implica que:

i.Existe una lucha espiritual: La Escritura es clara cuando afirma que “nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12). Es decir, como cristianos estamos inmersos en una lucha, incluso aunque no estemos conscientes de eso o que por momentos lo olvidemos. De todas maneras, aunque a veces nos distraigamos, para todo cristiano será muy claro que se encuentra en esta guerra espiritual.

Y el hecho de que es ‘espiritual’ no debe menospreciarse, sino que destacarse. Precisamente el Apóstol cree necesario recalcar que la guerra no es contra las personas, porque tendemos a centrarnos en lo visible, sino que nos lleva más allá y abre nuestros ojos a una serie de ejércitos y jerarquías espirituales de maldad que están batallando contra nosotros. Esto no es un delirio supersticioso ni son cuentos de gente crédula, sino que es la manera en que Dios describe la realidad en la que estamos inmersos.

ii.Dios es soberano ante el bien y el mal: esta petición da por hecho de que todas las cosas se encuentran bajo el gobierno de Dios, incluso el mal. Sin duda, no es Él quien hace nacer el pecado, jamás se podrá acusar a Dios de eso porque “Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie” (Stg. 1:13). Pero es igualmente cierto que absolutamente nada escapa del control de Dios, y por lo mismo Él tiene el mal bajo Su control.

Si no fuera así, Dios no sería soberano y el mal se saldría de Su gobierno, de modo que tendríamos todas las razones para desesperarnos. Si hubiese solo una aflicción de nuestra vida sobre la cual Dios no gobierne, deberíamos estar llenos de temor. Pero Él usa estos males enderezándolos para bien, para cumplir sus propósitos en nosotros.

Por lo mismo, esta petición “… pone de manifiesto que nada puede contra nosotros el enemigo si Dios antes no se lo permite. Por eso, todo nuestro temor, nuestra devoción y nuestra obediencia deben dirigirse a Dios, ya que en las tentaciones nada puede el maligno si Dios no se lo concede”.[2]

Así, todas las criaturas están a la disposición soberana de su Creador; Él tiene el mismo control absoluto sobre el mal y sobre el bien. Pedir “no nos metas en tentación” implica saber que ese momento de prueba también está en las manos de Dios, y que justamente por ello es que podemos pedirle que nos quite de ella.

iii.Sólo Dios puede protegernos y librarnos: Al hacer esta petición, reconocemos que nuestra única posibilidad de victoria sobre el mal está en que el Señor actúe protegiéndonos y salvándonos. Aunque no tenemos ningún derecho de ser protegidos, confiamos en la misericordia de Dios porque Él ha perdonado nuestras deudas, así que ahora rogamos que nos proteja del mal y de seguir deshonrándolo con nuestras vidas como lo hacíamos cuando no lo conocíamos.

En nuestra dependencia reconociendo nuestra debilidad. Estamos convencidos y confesamos que somos incapaces de hacer frente a nuestras tentaciones y al mal en nuestra propia fuerza, por eso es que oramos así, como Jesús nos enseñó.

Ahora, por qué ¿Por qué a veces el Señor nos entrega al mal? Algunas traducciones dicen “no nos metas en tentación” (RVR1960, RVC), y otras dicen “no nos expongas…” (DHH). ¿Acaso Dios querría exponernos a lo malo? ¿Querría meternos en tentación?

Esto que puede parecer raro en principio, no lo será si vemos las otras peticiones: ¿Por qué oramos “santificado sea Tu Nombre”? ¿Acaso Dios no quiere que Su Nombre sea santificado? ¿Por qué le pedimos que venga Su reino y se haga Su voluntad? ¿Es que Dios no se ha dispuesto ya a estas cosas? ¿Por qué pedirle por el pan diario y por el perdón de nuestras deudas, si Él ya prometió sostenernos y ya nos ha perdonado en Cristo?

Olvidamos que la oración es el medio de gracia que Dios ha dispuesto para que nos relacionemos con Él, crezcamos en la fe y maduremos a la imagen de Cristo. La oración es parte de la ejecución de la voluntad de Dios. Él obra de la mano con la oración, y por eso es que nos ordena pedir estas peticiones: si las oramos, estaremos alinéandonos con la voluntad de Dios, pidiendo como conviene, y eso nos asegura que Él nos oye y que podemos saber que tenemos lo que hemos pedido (1 Jn. 5).

Dicho eso, muchas veces Dios permite que seamos tentados (aunque no es Él quien nos hace tropezar ni quien nos motiva a lo malo). Esto lo hace “para mostrarnos nuestra debilidad, para que seamos conscientes de nuestra dependencia de Él debido a lo que hay en nuestro corazón (2 Cr. 32:31), para mostrarnos la importancia de velar y orar”. Así como los padres muchas veces permiten que sus hijos reciban las consecuencias de sus malas elecciones, y así aprendan que no deben ser desobedientes.

Así, “Dios con frecuencia permite que Satanás nos ataque y nos acose con el fin de humillarnos y para glorificarse él mismo manifestándonos plenamente su poder preservador”.[3] En esto, no hay ninguna injusticia en Dios, sino al contrario: es parte de Su misericordia y obra de salvación en nuestra vida.

Por ello es que, reconociendo nuestra extrema debilidad y dependencia de Dios, le rogamos que no nos ponga en una situación en la que seamos expuestos a caer por nuestro pecado. Esto expresa un deseo, no sólo de no tener nada que ver con el pecado, sino que ni siquiera con la tentación. No sólo queremos estar lejos de la caída misma, sino siquiera de la posibilidad de caer. Esto va en línea con lo que Jesús enseñó a Sus discípulos: “Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt. 26:41).

Por otro lado, al decir finalmente “sino líbranos del mal”, resume toda la protección que necesitamos que Dios nos dé en este mundo. Aquí se ha discutido si es “líbranos del mal” o “del maligno”, pues la palabra griega del original se puede traducir de ambas maneras. Sin embargo “no hay necesidad de plantear un debate sobre este punto, porque el sentido es casi el mismo”.[4] Aunque es la cara más representativa del mal, lo cierto es que el mal es mucho más amplio que la persona de satanás.

El mal al que nos enfrentamos viene de tres fuentes: la potestad de las tinieblas, el mundo y nuestra propia naturaleza de pecado. Esta triada de maldad la encontramos claramente reflejada en el siguiente texto:

Y Él les dio vida a ustedes, que estaban muertos en sus delitos y pecados, en los cuales anduvieron en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. Entre ellos también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente” (Ef. 2:1-3).

Lo que pedimos a Dios es que nos libre del mal en todas sus manifestaciones y facetas, desde su etapa más temprana, incluso desde que podemos llegar a ser tentados con él.

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III.Viviendo a la luz de esta petición

Como hemos señalado, una buena forma de evaluar tu estado de salud espiritual, es si puedes orar sinceramente esta oración modelo desde su invocación hasta su conclusión, pasando por todas sus peticiones. Si algo estorba tu corazón al orar una o más de estas peticiones, debes arrepentirte ante el Señor y dejar aquello que no se somete a su voluntad.

Si pedimos “líbrame del mal”, debemos tener claro que Dios quitará de nuestra vida todo lo que nos aleje de Él y que distorsionen la imagen de Cristo en nosotros. ¿Realmente deseas eso? Si Dios te respondiera esta petición inmediatamente, ¿Qué cosas saldrían de tu vida en esta misma hora? Esas son las cosas que debes poner ante el Señor y dejarlas de lado.

Al considerar esta petición, queda clara nuestra completa fragilidad y la necesidad diaria que tenemos de que Dios nos proteja de todo mal, incluyendo del que hay en nosotros mismos. No hay día en que no necesites rogar al Señor que no sólo te sostenga la vida y te perdone por tus pecados, sino que además te guarde seguir viviendo como lo hacías cuando estabas lejos de Él, muerto en tus delitos y pecados.

¿Por qué Pablo exhortó a los efesios de que ya no anduvieran como los otros gentiles que viven sin Dios, en su mente llena de oscuridad? ¿Por qué hay tantas exhortaciones en Hebreos a mirar que nadie se endurezca por el engaño del pecado y que no tengan un corazón malo de incredulidad? ¿Por qué decir esto a quienes son creyentes? Precisamente porque somos débiles y estamos insertos en una lucha que no podemos ganar por nuestros medios, así que necesitamos recordar que dependemos del Señor cada día y a cada instante para poder tener victoria.

Con esta petición, Jesús nos recuerda nuestra debilidad, para que nadie se enaltezca con insolencia ni tenga una vana confianza en sí mismo. Si se nos dice que no debemos confiar en nuestra propia prudencia ni en nuestro corazón, porque es engañoso y perverso, si dice que debemos velar y orar para no entrar en tentación porque la carne es débil, entonces más vale tomar en serio las palabras del Señor y desconfiar de nosotros mismos, mientras ponemos toda nuestra esperanza en el Señor.

Ten en cuenta que David, siendo el ungido del Señor, piadoso y hasta compositor de salmos, cayó en un pecado terrible y arrastró a toda su familia y hasta a su nación con él. Sansón, un hombre lleno del poder de Dios, no pudo ser vencido por un ejército de filisteos, pero sí por la seducción de una sola mujer. Pedro, el líder de los Apóstoles y que estuvo tres años presenciando las enseñanzas y el poder de Jesús, cayó presa de la cobardía y negó al Señor. Si ellos cayeron, sé consciente de que necesitas orar todos los días para ser librado del ataque del maligno, de la seducción del mundo y de tu propio pecado.

No te creas fuerte, porque David fue un hombre que tomó ciudades, y Sansón mató a un león con sus propias manos, y aun así fueron vencidos. Reconoce que sólo Dios puede vencer en ti y darte el poder para sostenerte en esta lucha.

En esto, considera que no es lo mismo ser tentado que pecar, pues el hecho mismo de ser tentado no es pecado. El mismo Jesús fue tentado, pero nunca pecó. Esto es importante porque una de las estrategias más efectivas del enemigo, es convencernos de que el hecho de haber sido tentados ya fue una caída, y nos acosa con una culpa destructiva, o nos invade con el mal pensamiento de que, si ya nos ensuciamos un poco, qué más da seguir ensuciándose más.

Por otro lado, somos responsables de lo que hacemos ante la tentación: estamos llamados a salir victoriosos sobre ella, sabiendo que “ No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla” (1 Co. 10:13). Por tanto, no hay ninguna tentación de la que sea imposible salir en dependencia del Señor.

En ese sentido, debes ser consecuente con lo que oras y hacer esfuerzos serios en la misma dirección de tus peticiones, de otra forma te estás burlando de Dios. Se cuenta de un hombre que conversaba con su pastor en consejería, y decía estar enojado con Dios, ya que no le impidió que él cayera en adulterio. Decía haber rogado a Dios que lo librara del adulterio, pero que igualmente cometió el pecado. El pastor le preguntó si se había alejado de la mujer que lo atraía, si había tomado medidas para cortar toda situación peligrosa con ella. El hombre respondió que no. El pastor, entonces, miró un vaso de agua en su escritorio y rogó a Dios diciendo “Señor, te ruego que este vaso no se caiga”, mientras empujaba el vaso hacia la orilla del escritorio, hasta que éste cayó. Luego el pastor dijo: “estoy enojado con Dios porque no suspendió la ley de gravedad, para que este vaso no cayera”.

En esto, podemos ver lo absurdo que es rogar a Dios que nos libre del mal, si no tenemos la real intención de que ese mal salga de nuestra vida, sino por el contrario, deseamos que siga allí. En ese caso, pedir “no me dejes caer en tentación, líbrame del mal”, es una forma hipócrita de sentir que limpias tu conciencia, mientras no deseas realmente que Dios responda esa petición. Es como ese monje que rogaba “Señor, hazme santo, pero no hoy”.

Arthur Pink resume tu responsabilidad frente a la tentación:

En primer lugar, nuestro deber ineludible es evitar a esas personas y lugares que nos atraen al pecado, así como siempre es nuestro deber estar alertas de las primeras señales de la llegada de Satanás (Salmos 19:13; Proverbios 4:14; 1 Tesalonicenses 5:22). Como dijo un escritor desconocido: “El que lleva consigo demasiado material inflamable hará bien en mantener la mayor distancia posible del fuego”. En segundo lugar, debemos resistir al diablo firmemente. “Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas” (Cantar de los Cantares 2:15). No debemos cederle ni un solo centímetro a nuestro enemigo. En tercer lugar, de forma sumisa debemos recurrir a Dios por la gracia, porque la dosis que nos concede es de acuerdo a su propia buena voluntad (Filipenses 2:13).[5]

Siguiendo el ejemplo de Jesús, sé lleno de la Palabra, y ella te dará una respuesta ante cada tentación.

Pide al Señor que te haga sensible a Su Palabra y a la guía de Su Espíritu. Rodéate de consejeros que amen al Señor y que se caractericen por ser sabios y maduros en la fe, y acepta sus consejos y reprensiones. Acostúmbrate a desconfiar de tu propio criterio y pide ayuda para decisiones importantes. No te confíes en el ayer ni postergues para mañana: siempre busca HOY el poder y la ayuda de Dios para vencer sobre tu pecado.

Recuerda que no estás solo, todo lo contrario, esta petición te recuerda cuál es la clave para la victoria: el Señor es quien te está enseñando a orar, y si ruegas esta petición con sinceridad y fe, puedes saber que Él te oye, y que tienes lo que le has pedido.

El mismo que te enseña esta oración, es de quien se dice: “no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. 16 Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna” (He. 4:15-16).

Al resistir la tentación, Cristo no sólo nos da un ejemplo de lo que se debe hacer, sino que Él mismo nos representó en su obediencia, así que si ponemos nuestra fe y esperanza sólo en Él, Su justicia se cuenta como la nuestra. Él resistió toda tentación, dependiendo de Su Padre y sometiéndose a Él en el poder del Espíritu.

Por otro lado, Él mismo soportó el precio de nuestra maldad para que así Dios pueda responderte esta petición y seas libres del mal: “Pero Él fue herido por nuestras transgresiones, Molido por nuestras iniquidades” (Is. 53:5). Él sufrió tu mal, para que tú puedas ser libre del mal.

Así, esta petición te recordará el Evangelio cada día. Puedes vencer sobre la tentación, porque estás unido a Aquel que fue tentado en todo, pero no pecó. Puedes ser libre del mal, porque perteneces a Aquel que cargó sobre sí mismo todo tu mal. No eres un soldado solitario y desamparado en la lucha, sino uno que está en el ejército vencedor, y que ha sido equipado con todo lo necesario para vencer.

Sé consciente de las asechanzas y las maquinaciones de satanás, no menosprecies su poder y el peligro que representa, pero al mismo tiempo, considera que “mayor es Aquel que está en ustedes que el que está en el mundo” (1 Jn. 4:4).

El diablo es descrito como un león rugiente que anda buscando a quien devorar, y nosotros somos descritos como ovejas, pero la Palabra dice: “sométanse a Dios. Resistan, pues, al diablo y huirá de ustedes” (Stg. 4:7). Si te sometes a Dios y resistes al diablo dependiendo del Señor, se dará un milagro: el león rugiente huirá de la oveja. El Señor nos ayude.

  1. Pink, Padrenuestro.

  2. Cyprian, The Lord’s Prayer, 454.

  3. Pink, Padrenuestro.

  4. Hendriksen, Comentario a Mateo, 352.

  5. Pink, Padrenuestro.