El reino milenial de Cristo
Domingo 23 de junio de 2019
Texto base: Apocalipsis 20:1-6.
El libro de Apocalipsis fue escrito originalmente para la iglesia del s. I, y nos muestra cómo todos estamos inmersos en una guerra espiritual de alcances universales. Esta guerra espiritual no se da entre dos fuerzas iguales, sino entre el Dios todopoderoso y soberano, y aquellos que se han rebelado contra su voluntad, pero cuya derrota es segura.
En este libro el Señor da consuelo a una iglesia perseguida, mostrando cómo Él vencerá sobre todos sus enemigos y cómo tiene dominio absoluto sobre toda nación, todo gobierno y sobre todo el curso de la historia, teniendo como final de todas las cosas el establecimiento del glorioso reino de Cristo sobre toda la creación. El libro, entonces, relata lo que ocurre en los “últimos tiempos”, que en la Biblia no se refiere a un futuro lejano, sino al lapso que va desde la primera hasta la segunda venida de Cristo, y este relato no lo hace de forma cronológica, sino contando varias veces los mismos acontecimientos pero desde distintos puntos de vista y con distintos énfasis cada vez.
En cuanto al presente texto, debemos tener en cuenta que es uno de los pasajes sobre los que existe más discusión, tanto así qué hay 4 grandes interpretaciones sobre lo que dice. La visión más popular hoy sobre el milenio surgió hace aprox. 200 años, y es llamada “dispensacionalismo”. No nos adentraremos en explicar lo que cree está doctrina, y que tenemos bastante trabajo con solo explicar lo que el pasaje significa, pero baste decir que esa línea de interpretación está bajo gran sospecha por su novedad, y termina incurriendo en abiertos errores de interpretación al no tener en cuenta los principios adecuados para acercarse a interpretar este y otros pasajes.
A lo largo de la exposición, debemos recordar lo siguiente:
- Apocalipsis es un libro lleno de simbolismos, imágenes y figuras, lo que es notorio en este pasaje, por lo que debemos asegurarnos de interpretarlos bien. No es como los Evangelios, que narran hechos históricos. Tampoco es como las cartas de Pablo o de Juan, que contienen un mensaje en forma de discurso dirigido a una iglesia local. Este libro está escrito en un género literario distinto, el género apocalíptico, así que debe interpretarse según sus características.
- Ningún otro pasaje de la Biblia habla de un reino de 1000 años. Como la Escritura interpreta a la Escritura, debemos analizar este pasaje de acuerdo con otros que son más claros, y nuestra conclusión debe ir en línea con lo que señala todo el resto de la Biblia.
- Los destinatarios originales de este libro eran las 7 iglesias que aparecen al comienzo del libro (1:4) y que son mencionadas de nuevo al final (22:16), es decir, contiene verdades que fueron relevantes para ellos en su tiempo y lugar, y al ser Palabra de Dios, también contiene verdades relevantes para nosotros aquí y ahora.
- Algunos piensan que los mil años de este pasaje ocurren después de la 2ª venida de Cristo, pero la destrucción de los enemigos de Dios que se relata en el v. 9 y el juicio final que se describe desde el v. 11, dejan claro que estos mil años ocurren antes de la 2ª venida de Cristo, ya que es en ese evento donde Él destruirá a sus enemigos y vendrá para juzgar al mundo.
Vamos, entonces, a nuestro pasaje.
I. El Señor limita la influencia de satanás (vv. 1-3)
El cap. 19 ha terminado con la destrucción de los enemigos de Cristo en su batalla final contra ellos. Este cap. 20 corresponde a una nueva visión (v. 1 “Vi”) que no viene cronológicamente después de los hechos del cap. 19, sino que, tal como ocurrió en el cap. 12 de este libro, nos lleva de nuevo al comienzo de esta era.
Ante lo dicho en el pasaje, consideremos que satanás es un espíritu, no tiene cuerpo. Entonces, no se le puede encerrar con una llave ni atar con una cadena literal, por lo que el texto usa estos símbolos para decir que el Señor ha limitado a satanás en su obrar, para que no pueda hacer todo lo que quisiera hacer. El Señor lo arrestó, le impuso restricciones que le quitan poder y autoridad. El pasaje no dice que el Señor eliminó a satanás. No dice que el diablo dejó de existir, o que dejó de obrar. Lo que dice es que fue atado.
Ahora, ya nos damos cuenta que el pasaje es complejo, y que hay que recurrir a pasajes relacionados que nos puedan dar luz sobre el asunto. Entonces, ¿Cuándo fue atado satanás?, ¿Hay registro en otro lugar de la Biblia que nos hable de esto?
En los Evangelios el Señor Jesús dijo: “… si expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a ustedes. 29 ¿O cómo puede entrar alguien en la casa de un hombre fuerte y arrebatarle sus bienes, a menos que primero lo ate? Sólo entonces podrá robar su casa” (Mt. 12:28-29; Mr. 3:26-27).
El Señor Jesús explica que Él expulsa demonios por medio del Espíritu de Dios, y esto significa, “que el reino de Dios ha llegado a ustedes”. ¿Qué es lo que ha hecho el Señor Jesús? Jesús enseña aquí que atar al diablo va de la mano con la llegada de su reino. El mundo bajo el pecado era la casa del diablo, el lugar donde él había establecido su dominio. Pero Cristo entró a esta casa, a este mundo corrompido, y ató al hombre fuerte que la dominaba, que es el diablo, para poder despojarlo de lo que estaba reclamando para él. Por eso dice la Escritura: “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Jn. 3:8).
Cuando comenzó su ministerio, el Señor Jesús dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor” (Lc. 4:18-19). Él vino a redimir este mundo, a liberar a este mundo de las obras del diablo, por eso dijo también el Señor Jesús: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn. 12:31).
Su reino vino con Él, y esto comenzó a manifestarse en que los ciegos veían, los sordos oían, los cojos andaban, los cautivos eran liberados, el evangelio de su reino era predicado. Aunque esto es una sinopsis de la restauración de todas las cosas que ocurrirá en su segunda venida, ya nos dice que con su primera venida algo cambió para siempre: el reino de los cielos se acercó, vino al mundo con Él.
Durante su ministerio en la tierra, el Señor envió a 70 de sus discípulos a predicar el evangelio, y estos volvieron con el siguiente reporte: “Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Lc. 11:17). Los demonios ya no hacían de las suyas como antes, ahora estaban sujetos a Cristo y a los suyos. ¿Qué les respondió Cristo? “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (vv. 18-19).
Así, vemos que el diablo fue atado en la primera venida de Cristo, lo que se hizo visible en que expulsaba a los demonios, demostrando así su dominio y su victoria total sobre ellos. Además, es maravilloso que en esta expulsión quiso usar también a sus discípulos, es decir, a pecadores que antes estuvieron bajo el dominio de satanás, pero que fueron redimidos y ahora eran un instrumento en las manos de Cristo para atar al dios de este mundo. Esto nos enseña que la atadura de satanás va de la mano también con el avance de la obra misionera de la Iglesia.
Entonces, a esto apunta Apocalipsis 20 cuando dice que satanás está atado, y también se relaciona estrechamente con Apocalipsis 12: “Se desató entonces una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron al dragón; éste y sus ángeles, a su vez, les hicieron frente, 8 pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. 9 Así fue expulsado el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, y que engaña al mundo entero. Junto con sus ángeles, fue arrojado a la tierra” (7-9).
Alguien podrá decir ahora: “Pero, hermano, ¿De qué hablas? La misma Biblia dice que satanás anda suelto como un león rugiente buscando a quien devorar, y que debemos cuidarnos de él. La misma Biblia dice que satanás engaña y tienta a las personas, y que el mundo está bajo el maligno”. No nos precipitemos. Como dijimos, satanás no ha sido eliminado ni anulado completamente, sino que solo amarrado, arrestado.
Esta inquietud puede responderse a través de otra pregunta aclaratoria: ¿Para qué fue atado? Dice el pasaje que fue atado “para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años, y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo”.
Esto nos dice que satanás no fue limitado en toda la obra maligna que realiza en el mundo, sino que fue atado específicamente para que no engañe a las naciones a fin de reunirlas para guerrear contra Cristo y su Iglesia a fin de eliminar al pueblo de Dios. Eso lo confirmamos al leer los vv. 7-9: cuando satanás sea soltado, saldrá a reunir a las naciones para intentar borrar a la iglesia del mapa y pelear una batalla final contra Cristo. Pero será derrotado aplastantemente por el Señor.
Entenderemos mejor este pasaje si pensamos en lo que ocurría antes de que satanás fuera atado: el reino de Dios se hacía visible sólo a través de la nación judía, con poquísimos convertidos de otras naciones, ya que todos los demás pueblos se encontraban bajo las más densas tinieblas del paganismo, entregados a la idolatría y la falsedad.
Sin embargo, luego de que Cristo ató al diablo en su primera venida, dijo a sus discípulos: “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). El reino de Dios comenzaría a expandirse sobre la faz de la tierra, y el diablo no podría limitar el avance de la iglesia en las naciones. La bandera del Evangelio comenzaría a ondear en toda tribu, pueblo, lengua y nación, y el enemigo ya no podría obstaculizar esta gran obra misionera de la iglesia, como sí la había impedido antes.
Entonces, satanás puede incitar a los impíos a perseguir a la iglesia, pero no puede destruirla por completo ni hacerles guerra para vencerlos, aunque al término del milenio podrá hacerlo por un período muy corto pues allí será soltado y engañará a las naciones para que se unan con el fin de destruir al pueblo de Dios. Pero mientras dure el milenio, la iglesia seguirá avanzando en las naciones, seguirá evangelizando, continuaremos viendo conversiones, bautismos, la santa cena seguirá siendo celebrada, la Palabra será predicada desde los púlpitos, y se seguirán plantando más iglesias.
Paréntesis: Aquí podemos ver claramente que Apocalipsis narra los mismos eventos pero desde distintas perspectivas. Si creyéramos que está en orden cronológico, para el cap. 20 hace rato que ya no quedan naciones que engañar (el libro ya relató juicios finales sobre el mundo incrédulo en los caps. 6, 11, 14, 16, 18 y 19). Entonces, la batalla del cap. 20 cuando el diablo sea soltado, es la misma que está al final del cap. 19 cuando las naciones se reúnan para pelear contra Cristo y su iglesia, pero contada desde otra perspectiva.
Ahora, ¿Por cuánto tiempo fue atado? Dice que por 1000 años, es decir, un milenio. En el v. 4 vuelve a hablar de 1000 años. Pese a todas las diferencias que hay sobre este pasaje, todos los intérpretes están de acuerdo en que los 1000 años en que satanás fue atado, son los mismos 1000 años en que Cristo reina junto a sus santos. Entonces, hablaremos de este período en el siguiente punto.
II. Cristo reina junto a sus santos en el Cielo (vv. 4-6)
Ahora pasamos a una segunda parte de la visión. Los vv. 1-3 relatan lo que ocurre en la tierra con las potestades de las tinieblas, mientras que los vv. 4-6 hablan de lo que ocurre en el Cielo. Ese es el escenario de su reinado, ya que dice “Y vi tronos…”. La palabra “tronos” aparece 47 veces en Apocalipsis, y todas ellas se refieren al Cielo (salvo 3, que se refieren a satanás y la bestia). Además, el Cielo es el lugar en que está Cristo antes de su 2ª venida para destruir a sus enemigos y juzgar al mundo. Además, Juan vio las almas de los decapitados por Cristo, y esa visión de almas separadas de sus cuerpos solo puede ser posible en el Cielo (se desmiente reino milenial en la tierra).
Los creyentes en Cristo tienen el privilegio de juzgar y de reinar con Él. En la adoración celestial del cap. 5, se exalta a Cristo diciendo “y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes” (v. 10); y el mismo Cristo prometió en su carta a la iglesia en Laodicea: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (3:21). Esto no se refiere al juicio final, donde será Cristo quien dicte sentencia, sino que se refiere a la idea de autoridad y gobierno, como la de los jueces del libro que lleva ese nombre en el A.T.
Juan vio, entonces, las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y la Palabra de Dios, quienes no adoraron a la bestia y su imagen, ni recibieron su marca. Estos reinaron con Cristo 1000 años. Pero, ¿Quiénes son estos santos? Son los mismos que ya fueron mencionados en el cap. 6: “vi debajo del altar las almas de los que habían sufrido el martirio por causa de la palabra de Dios y por mantenerse fieles en su testimonio…” (v. 9).
¿Quiénes son, entonces, los que reinan con Cristo en el Cielo? Ciertamente aquellos que fueron perseguidos hasta la muerte por su fe en Jesús, quienes padecieron hasta la sangre, pero no sólo ellos, ya que el texto nos habla de que lo decisivo es que no adoraron a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos. Recordemos que las visiones no pretenden que nos concentremos en detalles ni que las tomemos al pie de la letra, sino que intentan resaltar una idea principal. A través de esta visión, el Señor da consuelo a la iglesia perseguida del s. I, quienes podían ver que luego de padecer un poco de tiempo, reinarían con Cristo en la gloria.
Pero vemos entonces que todos quienes fueron fieles al Señor y perseveraron hasta el fin, se sentarán con Cristo en su trono y reinarán con Él, aunque no hayan muerto por martirio. Todos aquellos que cerraron sus ojos por última vez y exhalaron su último aliento poniendo su esperanza en Cristo como Salvador, podrán disfrutar de este maravilloso privilegio. Por eso dice también: “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor” (Ap. 14:13).
¿En qué consiste este reino? (Hendriksen). Es un reino espiritual, no es de este mundo. Implica:
- Tomar parte en las actividades del maestro en el Cielo: se sientan con Él en su trono (3:21), lo alaban por sus juicios (15:3-4), ven su rostro (22:4).
- Vivir con Cristo y ser hechos parte de su gobierno sobre el mundo, su reino (v. 4). Esto nos dice que, aunque todavía no están en la gloria final, ya están disfrutando de inmensas bendiciones en el Cielo.
- Es “la primera resurrección”, es decir, el traslado del alma del pecador desde la tierra al Cielo, donde es hecha perfecta (“… los espíritus de los justos hechos perfectos” He. 12:23). La segunda resurrección es cuando recibimos un cuerpo glorificado para pasar al estado eterno.
En cuanto a los otros muertos, es decir, aquellos que están muertos en sus delitos y pecados y que parten de este mundo sin haber nacido de nuevo en Cristo, ellos permanecen separados de Dios. El Señor nunca les otorga vida eterna, quedan apartados para siempre de la fuente de la vida. Una vez que termine el milenio, comparecerán ante el Señor y serán entregados a la segunda muerte, es decir, a la condenación eterna, a la separación de Dios tanto en cuerpo como en alma. Así, pasarán toda su eternidad tal como fue su paso por este mundo: ajenos de la vida de Dios, separados del Señor. Ellos volverán a la “vida”, pero será para condenación:
“viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, 29 y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados” (Jn. 5:28-29).
Ahora, ¿A qué se refiere con que el reino durará 1000 años? ¿Son 1000 años literalmente, 1000 períodos de 365 días? Recordemos aquí lo dicho antes: los números en Apocalipsis rara vez son literales, generalmente son símbolos que nos quieren señalar una realidad. Interpretar este número de forma literal es desconocer el género literario en el que se escribió este libro. Según el autor José Grau, “… aplicar aquí la exactitud matemática equivale a violar toda la ley de simbolismos y alegorías con la que escribieron sus visiones y oráculos Juan y los demás profetas. El milenio es… plenitud de tiempo, en máximo y alto grado. Un período que va más allá de toda duración medida con las manecillas de nuestros relojes”.
Se refiere, entonces, a un período indefinido que comenzó a correr desde la ascensión de Cristo y terminará un poco antes de su 2ª venida, pero es un período que da la idea de plenitud (10x10x10), es una era completa cuya duración sólo la conoce Dios, pero es un tiempo que debe completarse, y en el que se van a cumplir todos los propósitos de Dios para ese tiempo (6:9-11).
Pero ¿Nos dice la Escritura que Cristo está reinando ahora? Primero, debemos entender que el reino vino con Cristo: “el reino de Dios ha llegado a ustedes” (Mt. 12:28). Además, vemos:
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” Mt. 28:18.
“Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo” Col. 1:13.
“Entonces vendrá el fin, cuando él entregue el reino a Dios el Padre, luego de destruir todo dominio, autoridad y poder. 25 Porque es necesario que Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies…” 1 Co. 15:24-25.
Queda claro, entonces, que Cristo ya está reinando, lo que ocurre es que todavía ese reino no es plenamente manifestado, no podemos aún disfrutar de todas sus bendiciones. Pero Él no está esperando para que en el futuro le sea entregada la autoridad. Toda autoridad en el cielo y en la tierra ya le fue dada, y el reinará hasta que todos sus enemigos sean puestos debajo de sus pies, y cuando Él haya sometido y derrotado a todos los enemigos, entregará el reino a Dios Padre.
El autor Vaughan Roberts dice: “El reino de Dios es ‘ya’, ‘pero todavía no’. Llegó con la manifestación de Jesús en la tierra, y por medio de su muerte y resurrección. Él habló del reino como una realidad presente, manifestado en su propio ministerio sobre la tierra y en el cual a cualquiera le es posible entrar (Mateo 12:28; 19:14, etc.). Sólo cuando Jesús regrese será plenamente establecido… Si hemos puesto nuestra confianza en Cristo, pertenecemos a la nueva creación, pero aún no hemos recibido todas sus bendiciones”.
Y notemos en algo muy importante: en el cap. 1, en el saludo que Juan hace a las 7 iglesias, alaba a Dios diciendo: “Al que nos ama y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados, 6 al que ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre, ¡a él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén” (vv. 5-6). ¡Desde el mismo comienzo del libro relaciona a los creyentes con este reino de Cristo del cual han sido hechos parte por pura misericordia!
III. Llamados a su reino
Hemos podido ver, entonces, cómo el Señor en su Palabra nos muestra que el reino milenial se refiere al tiempo presente de la Iglesia donde Cristo reina de manera especial con sus santos en el Cielo, y este reinado continuará hasta que todos sus enemigos sean puestos bajo sus pies, lo que ocurrirá en su 2ª venida, donde entregará el reino al Padre luego de haber sometido hasta el último enemigo, que es la muerte.
Y ¿Qué hay de los santos en la tierra? La Iglesia en la tierra es una embajada de ese reino aquí. Sabemos que nuestro Salvador reina, y que aquellos que ya han partido de este mundo hacia la gloria están reinando con Él, de tal manera que estamos seguros de su gobierno sobre todo, y como su Iglesia en la tierra somos los únicos en este mundo bajo el pecado que reconocemos gozosos ese reinado y nos sometemos a su voluntad por amor a quien nos amó primero.
Pensemos en el consuelo que este pasaje debió significar para las 7 iglesias que recibieron este libro originalmente. Varias de ellas habían experimentado y se encontraban sufriendo persecución, pero el Señor les estaba diciendo aquí que Él es el Soberano de la historia, Él reina y tiene completo control de los tiempos y de las edades, y cumplirá sus propósitos específicos en cada una de ellas. Él además controla a satanás, quien no puede resistir a su poder; y lo ha limitado para que la Iglesia pueda desarrollar su trabajo misionero y evangelístico. No sólo eso, sino que también sus santos participan de ese reino. Aquellos de sus hermanos que habían muerto por la persecución, están en la presencia de Cristo, reinando con Él. ¡Qué gran consuelo!
Muchos hoy han querido expropiar este pasaje de la Iglesia, dicen que no es para nosotros, sino que será un reino en la tierra sólo para los creyentes de raza judía, en un futuro lejano e indefinido. ¡Qué daño hace esta interpretación, qué lejana de la intención original del Señor y del consuelo que produjo en los oyentes del s. I! Es el mismo consuelo y esperanza que debe producir en nosotros hoy. Podemos tener gran alegría ya que aquellos que mueren entre nosotros van a reinar con Cristo en el Cielo, a sentarse en tronos y a ser sacerdotes para Él.
Estamos en la era de la proclamación de este reino. El Señor ha amarrado a satanás para que la Iglesia pueda hacer su trabajo de predicar el evangelio y hacer discípulos de todas las naciones. El reino se sigue expandiendo, y hay muchos lugares donde la bandera de Cristo aún no ha ondeado por primera vez. Muchos pueblos y naciones no han sido alcanzados. Aún en nuestro país, entre nuestros vecinos, muchos desconocen hasta lo más básico del Evangelio. Tú y yo hemos recibido el mandato de proclamar este reino e invitar a las personas a creer en Cristo, para poder participar de este reino, para ser trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de Jesucristo. ¿Cómo podemos, entonces, permanecer ociosos? Tenemos el aval del Señor, Él ha amarrado a nuestro enemigo para que no nos detenga, y nos ha dado su Espíritu para capacitarnos con poder para predicar con fidelidad y ver cómo las personas que están en tinieblas son alumbradas por el glorioso Evangelio de Cristo.
Además, como Iglesia de Cristo, sabemos que vamos en un camino hacia la gloria, donde nadie podrá obstaculizar nuestra salvación, nadie podrá separarnos del amor de Cristo. Mira a tus hermanos, somos una glorificación en proceso, el Señor está obrando en nosotros y en toda su creación haciendo que todas las cosas se encaminen hacia su meta final, que es el establecimiento total del reino de Cristo. Nosotros reinaremos con Él y tendremos su victoria, cada minuto que pasa estamos más cerca de ese gran momento, ¡Por tanto velemos y oremos! Preparémonos para ese día, y esperémoslo con ansias.
La Escritura dice: “os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria” 1 Tes. 2:12. Te encargo lo mismo hoy. Ya sabes que has sido llamado a un reino inconmovible, a una gloria eterna. ¡Ahora vive como es digno de tu Rey, de su reino y de su gloria! Deja de entretenerte en tonteras, en pequeñeces. Deja de vivir en moralidad mínima, de estar lo más cerca del pecado que puedas, y en lugar de eso consagra todo tu ser al Rey, presiona hacia adelante, avanza contra tu carne, contra el enemigo y la oposición de este mundo, encontrando la fuerza en el Espíritu Santo que nos fue dado. No es tiempo para niñerías ni para darte licencias, el Señor nos ha llamado a su reino y debemos entonces vivir como es digno del llamado que Él nos ha hecho.
Recuerda lo que se dice de Cristo: “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. 10 De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra” (5:9-10).
Fue el sacrificio de Cristo el que hizo posible que pudiéramos reinar con Él. Cristo no nos necesita para reinar, Él es el soberano del universo, Él hizo todas las cosas, y todas las cosas son sostenidas por su poder. Él es el todopoderoso, el Alto y Sublime, el que habita en la gloria eterna, Él no nos necesita. Pero quiso compartirnos su reino, a nosotros que estábamos muertos en delitos y pecados, a nosotros que éramos sus enemigos, rebeldes a su voluntad, blasfemos y llenos de inmundicia en nuestros corazones. Él, por su sacrificio y con su sangre nos compró para Dios, haciéndonos parte de una multitud de redimidos de toda tribu, pueblo, lengua y nación; hizo de nosotros un reino y nos hizo sacerdotes para Dios, por lo que podemos ofrecer nuestra vida como sacrificio agradable delante de Él.
¿Cómo no agradecer su misericordia? ¿Cómo no alabarlo por su gracia? Hoy te invito a que puedas meditar en este Salvador maravilloso, este Señor de la historia, este Señor de misericordia que escogió rescatarnos y llevarnos a reinar con Él. Y si no has creído en Él, es el momento de hacerlo, es el momento de rendirse ante este Rey glorioso y lleno de gracia, porque Él es digno. Amén.