¡No abandones la Casa de Dios! (Neh. 13)

1.No abandones Su Palabra (v.1-3)

El libro de Nehemías pareciera ser una de esas grandes historias épicas donde los protagonistas han pasado por el asedio de sus enemigos, han luchado y vencido, para que luego en el epílogo se nos diga: “y vivieron felices por siempre”. Pero la verdadera vida, las verdaderas relaciones, matrimonios y trabajos que desarrollamos en esta tierra debajo del sol no están en sintonía con dicha conclusión. La Iglesia no es inmune a esta realidad. Esa es la narrativa anti culmine que se nos presenta hoy en Nehemías 13.

Transcurrido el tiempo de reedificación, el relato de Nehemías se vuelve rico en promesas y en realidades:

 Se nos presenta el sincero interés del pueblo por oír el contenido de las Escrituras y dan gracias por la misericordia recibida (8:1–18)
 Se arrepienten de sus pecados (9:1–37)
 Desean hacer de Jerusalén una “ciudad santa (11:1–2)
 Manifiestan gran alegría por la dedicación del muro recién reconstruido y por poder contar con líderes espirituales (12:27–47)
 Muestran un decidido compromiso con el pacto (9:38–10:39)

“Y el resto del pueblo, los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los sirvientes del templo, y todos los que se han apartado de los pueblos de las tierras para aceptar la ley de Dios, también sus mujeres, sus hijos y sus hijas, y todos los que tienen conocimiento y entendimiento, se adhieren a sus parientes, sus nobles, y toman sobre sí un voto y un juramento de andar en la ley de Dios que fue dada por medio de Moisés, siervo de Dios, y de guardar y cumplir todos los mandamientos de DIOS nuestro Señor, y Sus ordenanzas y Sus estatutos; y que no daremos nuestras hijas a los pueblos de la tierra ni tomaremos sus hijas para nuestros hijos. En cuanto a los pueblos de la tierra que traigan mercancías o cualquier clase de grano para vender en el día de reposo, no compraremos de ellos en día de reposo ni en día santo….Así no descuidaremos la casa de nuestro Dios” (Neh.10:28-30, 39b)

.

Luego de estos bellos episodios donde el pueblo muestra un amor generoso y decidido por Dios, Nehemías vuelve a servir a Persia y al cabo de un tiempo regresa a Jerusalén. Y al entrar en la ciudad se encuentra con la estrepitosa caída espiritual, moral y social del pueblo:

 Hay un liderazgo débil y deficiente (vv.4, 28).
 Hay profundas alianzas con los enemigos (vv.7-9).
 Muestran falta de amor y compromiso por los servidores del templo (v.10).
 Descuidan la casa del Señor (v.11).
 Profanan el día del Señor (vv.15-22).
 Se vuelcan hacia el materialismo (vv.15-18).
 Ponen en riesgo el cumplimiento del pacto al unirse con mujeres extranjeras (vv.23-27).

Se podrían presentar muchos más pecados, pero lo que este texto nos está mostrando es que estos elementos reflejan la verdadera espiritualidad del pueblo de Dios y abandonarlos traen segura destrucción y decadencia. Los pecados de Israel eran visibles, graves e impenitentes, debían ser prontamente disciplinados. Detrás de cada uno de esos pecados había uno que estaba en el núcleo del corazón del pueblo: antes de abandonar la casa de Dios, lo que ellos habían dejado era la Palabra de Dios. Los vv.1-3 muestran claramente esta realidad. El capítulo inicia mostrando que lo que cambio el comportamiento de los Israelitas con respecto a su pecado fue la Palabra: “Aquel día leyeron del Libro de Moisés a oídos del pueblo” (v.1) y luego, en el v.4 se nos dice: “Antes de esto”, es decir, antes de que ellos volvieran al Señor, se muestra el terrible cuadro de un pueblo en total desastre. Todo aquello que fue dedicado al Señor en el pasado: la ciudad, el templo y ellos mismos, ahora, no estaban al servicio del Señor, sino de ellos mismos. Atrás quedaron los días de la pala y la espada, solo pensaban en lo terrenal (Fil. 3:19).

.

Los muros físicos de la ciudad estaban en pie, pero los muros espirituales, es decir, la Palabra, aquello que resguardaba sus corazones había sido totalmente desatendido. Los muros debían proteger a los Israelitas de los ataques de los enemigos y separarlos de los demás pueblos, les proporcionaba aquella identidad única de pueblo de Dios, sin embargo, las puertas de la ciudad y las puertas de sus corazones estaban abiertas de par en par para abrazar los dioses invisibles de siempre, aquellos dioses que aún siguen vigentes en nuestros días: hedonismo, secularismo, materialismo y pluralismo. No construyeron un becerro de oro, pero “los pecados” del becerro de oro seguían y aún siguen tentando al pueblo de Dios.

.

Como se ha dicho muchas veces desde este púlpito: todo pecado es un problema de amor. Cada pecado tiene su raíz en una ausencia o falta de amor por Dios y Su Palabra. Pon nombre a tu pecado: lujuria, codicia, apatía, murmuración o celos, todos ellos tienen su origen en una falta de satisfacción en el perfecto amor de Dios. De hecho, 1 Tim.6:10 dice que la raíz de todos los males es efectivamente un “amor”: el amor al dinero. La lucha que experimentamos en nuestros corazones es una batalla de amores. El amor por el pecado versus el amor por Dios. ¿Qué es lo que nos impulsa a considerar la preeminencia del supremo amor de Cristo? Necesitamos una genuina y constante admiración por Dios y Su obra a través de la exposición sistemática de la Palabra en nuestras vidas. Eso es lo que energiza todo lo que somos, hacemos y decimos. Cuando el evangelio nos deja de sorprender, inmediatamente es reemplazada por la admiración por las cosas creadas. Esto fue precisamente lo que les paso a los Israelitas. Reconstruyeron Jerusalén, se maravillaron por las palabras y promesas del pacto y experimentaron un júbilo verdadero, pero transitorio, perdieron de vista la extraordinaria, conmovedora e inesperada obra de Dios en su favor al sacarlos de Babilonia y traerlos a casa nuevamente; dejándose seducir por la feria de las vanidades de este mundo.

.

Amados, es preciso que constantemente la Iglesia por medio de la predicación de la Palabra nos haga regresar a la única cosa para la cual fuimos creados: vivir en una vigorosa, alegre, fiel y satisfactoria admiración por Dios. No olvides que fuiste creado para dar Gloria a Dios y disfrutar de él para siempre. ¿Acaso eso no es extraordinario? Cristo vino a nosotros de una forma asombrosa e inesperada, ninguno de nosotros le buscaba, creíamos que nada ni nadie nos podía sacar del pozo cenagoso del pecado, hasta que apareció nuestro tierno Jesús, quien con su mano poderosa nos sacó del reino de las tinieblas a su reino inconmovible. Al considerar esta verdad, debemos huir de todo intento por humanizar a Dios y su Obra y divinizar las cosas de este mundo. No trivialices la Cruz de Cristo, no trivialices los medios de gracia ni tu caminar junto a los santos, no trivialices el sorprendente, maravilloso, inagotable, infinito e intenso amor de Cristo. Vuelve al primer amor, arrepiéntete, vuelve a las primeras obras y ¡no abandones Su Palabra!

.

La decadencia del pueblo de Israel nos enseña que la robusta fe mostrada en el pasado no garantiza que siempre nos mantendremos así. El caso de Demas es un claro ejemplo de esto, quien mostro una aparente fe, pero término abandonando al apóstol Pablo amando este mundo (2 Tim.4:10). No siempre viviremos en la “cumbre de la fe”, también habrán días donde esa fe será probada al experimentar la apatía de los demás, soledad, desidia espiritual y el cansancio. Pedro, Jacobo y Juan no permanecieron mucho tiempo con el Señor en el monte de la transfiguración, sino que volvieron al mundo ordinario al nivel de la tierra como todos los demás. Lo importante es, que como ellos, sea en el monte o en la tierra, Jesús y Su Palabra estén con nosotros. Nuestra vida cristiana no es una recta ascendente, sino que es un continuo espiral de crecimiento con altos y bajos. Lo esencial es permanecer día a día aferrados a Cristo. Como decía nuestro Ps. Álex la semana pasada, siempre debe haber un continuo hoy en nuestros corazones. No basta una fe momentánea que no perdura. La fe verdadera persevera hasta el fin, no vivimos de entusiasmos pasajeros.

.

En nuestra natural inconsistencia debemos aprender que lo que nos sostiene en nuestro caminar no somos nosotros, sino la permanente presencia y gloriosa inmutabilidad de Cristo: “yo estoy con vosotros todos los días” (Mt.28:20); “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Heb.13:8). No hay segundo, minuto, hora, día, semana, mes ni año en que el Señor sea inaccesible a nosotros. Su bondad y misericordia siempre están y estarán disponibles, su amor nunca cambiará. El amor de Dios no tiene interruptor, es una corriente de gracia ininterrumpida. Si Cristo es el mismo, entonces nuestra fe en Su Palabra debe ser la misma. No añoremos indebidamente ni idolatremos los tiempos pasados sino que hoy vivamos intensamente en la comunión y poder del Jesús inmutable, él está aquí, Sus promesas no han menguado ni su interés en su iglesia ha disminuido. Lo que Él pudo hacer en otras generaciones Él puede hacerlo hoy en nosotros. No abandones Su Palabra, la cual permanece para siempre.

.

2.No abandones el ministerio de la Palabra (vv. 11-14)

.

En Neh.12 se nos muestra el júbilo del pueblo por la dedicación del muro. Los almacenes habían estado repletos de aportaciones de parte de un pueblo agradecido. El dar y compartir no se vivía entonces como una pesada carga, sino como una obediencia deleitosa. Las personas se sentían felices por poder contribuir al sostenimiento de sus maestros y sus líderes espirituales: pues Judá estaba contento con el ministerio de los sacerdotes y de los levitas” (Neh.12:44). Con total espontaneidad donaban para el ministerio de la Palabra. Los sacerdotes eran de importancia para la vida espiritual en Israel, estaban a cargo de enseñar la ley (Neh.8:7-9; 11), supervisar los sacrificios y resguardar el templo.

.

Al ser privados del sostenimiento necesario, se vieron forzados a buscar trabajo en el campo para poder mantener a sus familias. El abandono de la enseñanza por la falta de levitas y una práctica de la adoración mermada por la falta de cantores, hizo que la vida espiritual de Jerusalén se viera drásticamente reducida. Las personas designadas por Dios para mantener los muros espirituales ya no estaban allí para hacerlo. No es de extrañar que las leyes respecto al día de reposo y matrimonios con gentiles fueran ignoradas. Dejar de apoyar el ministerio de la Palabra es un pecado de proporciones incalculables, donde la vida de la Iglesia se extingue.

.

Los verdaderos robos del siglo no suceden en los bancos, sino en las Iglesias: ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas (Mal.3:8). Cuando robamos a Dios la naturaleza de la Iglesia sufre consecuencias directas y concretas, por lo tanto, no podemos robarle a Dios sin hacernos daño a nosotros mismos, el pecado es autoflagelante. Cuando una Iglesia no es capaz de sostener el ministerio de la Palabra el nombre de Dios y el evangelio es denigrado entre los gentiles, como dice Calvino: “Satanás usa estas triquiñuelas para que la Iglesia quede sin instrucción, horrorizando a muchos ministros por terror a la pobreza y el hambre”. La mezquindad es un cáncer que genera infecundidad en la Iglesia.

.

El Apóstol Pablo usa el mismo principio de derecho de los levitas para argumentar el sostenimiento del ministerio de la Palabra en el nuevo pacto: Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio (1 Co.9:14).

.

Así, como los servidores del templo del antiguo pacto eran apoyados financieramente, de la misma forma, los pastores, quienes en el nuevo pacto están cargo del ministerio de la Palabra, deben ser apoyados por la congregación. Es decir, todos aquellos que disfrutan del ministerio de la Palabra en una congregación local, deben apoyar dicho ministerio por el cual están siendo alimentados espiritualmente. Las ofrendas no es el pago de un servicio como si fuera una comida rápida o un impuesto, sino que es el reconocimiento visible de la obra de Cristo a través de sus ministros, y esto, no es un plus en nuestro servicio como cristianos, es una santa obligación. Como bien lo explica 1 Tim.5:17-18, el sostenimiento de los ancianos revela la preeminencia de la Palabra en la congregación y su remuneración debe tender a ser generosa y holgada para que puedan cumplir satisfactoriamente sus funciones ministeriales sin tener que ocuparse en cosas ajenas, pues estudiar la Palabra, orar por la grey del Señor y atender todas las tareas que rodean el ministerio pastoral es un arduo trabajo. Si el evangelio tiene el poder de redimir al más vil pecador, también tiene el potencial de energizar tu alma para ofrendar a Dios y sostener a quienes predican el evangelio. ¡No abandones el ministerio de la Palabra!

.

¿Qué estas esperando para ofrendar? Dirás: “estoy esperando tener más recursos para ser generoso”, pues no será así, pues como sirves hoy a Dios le servirás en el futuro. Escucha esto. La ministra comunista Camila Vallejo dona más del 20% de sus ingresos a su partido, Greenpeace recibe donativos de un sin número de personas para su cruzada en favor del cuidado del medio ambiente, Elon Musk cofundador de Tesla Motors ha donado más de 10 millones de dólares para el avance de la inteligencia artificial, ¿Qué tienen en común todas estas personas? Invierten sus recursos en las cosas que creen que vale la pena en este mundo, invierten en una fe que fracasara, nosotros tenemos la que vence al mundo, así que es imposible que la fe humanista supere la obra de la gracia salvadora. Considera la siguiente exhortación del Apóstol Pablo: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Co.8:9). Es la riqueza de gracia en Cristo lo que motiva nuestra adoración por medio de nuestras ofrendas. Si la gracia de Dios en el evangelio de Jesucristo no te motiva a dar nada más lo hará. Estos judíos valoraban más los dones que al dador de los dones, y eso es lo que nos sucede a nosotros cuando nuestras ofrendas son residuales y de segunda mano. Cuando a nuestros hijos le dan un regalo ¿Qué intentamos que ellos valoren? ¿Al regalo o al dador del regalo? Pues al dador del regalo. Al parecer nosotros tenemos que aprender esta lección, valorar más a Cristo que las cosas que poseemos, pues de lo contrario estaremos demostrando que ellas nos poseen a nosotros. Podrás decir: “Yo no estoy ofrendando, pero amo al Señor”. Eso es una contradicción, todos podemos dar sin amar, pero no podemos amar sin dar. Es así como Dios lo definió: “De tal manera él amó que dio a su Hijo” (Jn.3:16). Dar es consecuencia de amar, así que, nuestra mezquindad es fruto del poco amor que tenemos por Dios y Su obra. Quizás de palabra valoras mucho el ministerio de la Palabra, pero en secreto la abandonas. Dirás: ¿Usted no conoce mi condición? Soy extranjero, tengo deudas, mi remuneración es pequeña, pero el ejemplo de las viuda de las dos blancas no deja a todos sin excusa (Mr.12:41-44)

.

Dónde, cómo y en qué gastas tu dinero revela donde está tu corazón (Mat. 6:21). Si pudiéramos revisar tu cuenta corriente, tus cheques y tus gastos podríamos observar en cada peso lo que más amas en esta vida. Incluso, puedes estar diezmando, pero aun así estar robando a Dios, porque a él no sólo le preocupa el 10% de tus ingresos, él también está pendiente del 90% restante de tus ingresos. La pregunta que siempre debemos hacernos es ¿Cuánto nos es legítimo retener de todo lo que recibimos de la mano del Señor? Como dice Randy Alcorn: “El diezmo es el método histórico de Dios para hacernos adquirir la costumbre de dar, puede servir como puerta de entrada al gozo de dar por gracia. Pero no es sano considerar al diezmo como el lugar donde detenerse, no es el techo de las ofrendas, sino el piso, no es la meta final a la hora de dar, sino solo el lugar de partida”. A nosotros no se nos ha revelado una décima parte del evangelio, ni la mitad, se nos revelo plenamente en Cristo, el Señor no diezmó su vida ni su sangre, sino que se entregó por completo por nosotros, de la misma forma, debemos entregarnos por completo al Señor, entregándonos nosotros primeramente como una ofrenda agradable y luego podremos dar generosamente al Señor. Como dice el Ps. David Barceló: No ofrendes para que Dios te dé, ofrenda porque Dios te ha dado todo en Cristo”. ¡No desampares el ministerio de la Palabra!

.

3.No Abandones el día del Señor (v.15-22)

.

¿Cuál es el día de la semana que más anhelas? ¿Qué día en tu calendario semanal tiene más importancia? ¿Será el día de feria o de supermercado? ¿El jueves o viernes donde acabas con tus actividades laborales? Piensa en eso por un momento y sabrás el grado de consideración que tienes por el día del Señor. A su regreso a Jerusalén, Nehemías se encontró con que la “ciudad santa” y las comunidades aledañas no tenían interés en guardar el día de reposo. El séptimo día había perdido su carácter santo, parecía cualquier día de la semana, porque Israel parecía cualquier otro pueblo.

.

Durante la esclavitud en Egipto Israel había anhelado fervientemente ese período de descanso y entre las disposiciones del pacto figuraba ese día especial donde ellos debían cesar sus obras para celebrar y rememorar la obra de Dios en la creación y el reposo alcanzado en la redención (Ex.20:10). Indiferentes a la Palabra de Dios, siguieron trabajando en el campo (v.15), haciendo todo cuanto la Ley prohibía en ese día.

.

Durante el tiempo de la cosecha, no sólo trabajaban ellos en día de reposo, sino que hacían trabajar a sus criados y sus bestias. El ganado también debía disfrutar de ese tiempo de reposo, pero, tal como Nehemías había podido constatar, en la época de cosecha, se cargaba a los asnos con pesados fardos haciendo caso omiso a la Ley (Ex.23:12). Recogían uvas, cosechaban el grano, acarreaban cargas con los asnos, transportaban el producto final como vino, pasas, higos, y toda clase de mercancía para luego vender lo conseguido, y todo ello en el día de reposo, no había lugar ni tiempo para Dios. El trabajo es algo bueno, pero aún lo bueno se puede transformar en un dios que nos puede quitar el disfrute del reposo del séptimo día.

El día del Señor tenía un gran potencial para dar testimonio a las naciones. Era una forma externa y visible de calibrar el amor de los Israelitas por el Señor. Al llegar el día séptimo, los gentiles comprobaban por sí mismos cuán grande era el grado de amor y devoción que los campesinos, mercaderes, comerciantes, criados, amos y familias tenían por Dios. Para esos pueblos esto era algo extraordinario, porque existía un Dios que sostenía a su pueblo y hacía que ellos pudieran vivir sin trabajar un día para que puedan disfrutar de él. Pero lamentablemente este pueblo, cambio la obediencia en amor, por una bolsa llena de materialismo. Escogieron vivir por vista en lugar de vivir por fe.

Nehemías contemplo como los fenicios que habitaban en Jerusalén se comportaban en día de reposo como en cualquier otro día: Habitaban allí, en Jerusalén, tirios, que importaban pescado y toda clase de mercancías, y lo vendían a los hijos de Judá en el día de reposo (v.16). El grado de influencia del pueblo era nula, la señal que los distinguía como pueblo del pacto era profanada: “santificad mis días de reposo y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová vuestro Dios (Ez.20:20). El día de reposo era una señal de pertenencia, cuando ellos lo celebraban le decían al mundo que no se pertenecían a sí mismos sino a Dios.

Los Israelitas de esta época consideraron mejores sus propias obras que la obra de Dios, no celebraban al Dios creador y redentor, sino que se celebraban sus propias creaciones. En lugar de seguir la agenda y calendario de Dios tenían la suya propia. El cuidado que una Iglesia tenga por el día de reposo es un indicar genuino de su condición espiritual y el grado de amor que tengan por el Señor del día de reposo.

Miremos como Isaías caracteriza este día: Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado (Is.58:13-14)

El día de reposo exige una vida cuidadosa y meditada. No es un día para hacer lo que se nos antoja. El texto de Isaías nos advierte de tres dimensiones que deben estar en sintonía con el día de reposo: nuestros pensamientos, voluntad y nuestras palabras. Debemos conscientemente disponer todo nuestro y recursos en disfrutar del día del Señor. Ese es el asunto, jamás debemos evaluar el día del Señor como una carga, como una obediencia fingida, sino como un beneficio completo para nuestra alma. 1 Jn. 5:3 nos dice que: “sus mandamientos no son gravosos”. La obediencia y el gozo no están en conflicto cuando se trata de los mandamientos del Señor: “Me deleitaré en tus mandamientos los cuales amo” (Sal.119:47). Cuando Jacob tuvo que trabajar por siete años para Labán por Raquel, le parecieron pocos días, porque la amaba (Gén.29:20). De la misma forma, ningún mandamiento del Señor es un yugo pesado, es el amor a Cristo lo que nos impulsa a disfrutar de sus ordenanzas. El día del Señor es un asunto de amor genuino por Dios, lo que es pesado, tedioso y frustrante es el pecado, pero en Cristo tenemos verdadera libertad para hacer lo bueno y disfrutarlo. No abandones el día del Señor, es un medio, es un camino que Dios ha establecido para acercarnos a él.

Los puritanos le llamaban al día de reposo el mercado del alma, pues es el día en donde el alma se deleita en la búsqueda de las provisiones espirituales para poder vivir durante la semana. El mismo texto de Isaías nos muestra tres efectos de vivir correctamente el día de reposo:

1.Deleite en Jehová: En el día del Señor no hay mayor expresión de deleite que la adoración congregacional. El Sal.133:1 exclama: ¡Mirad cuán bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Este manjar de gracia es exclusivo de este día. Podríamos reunirnos de lunes a sábado, lo cual sería algo muy bueno, pero no reemplaza la maravilla del santo día de reposo. En este día nos acercamos más al monte Sion donde brota el río de la delicia de la ley de Jehová, es el día en que juntos proclamamos lo que dice el Sal. 119:103: ¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras!”. En este día disfrutamos de una deliciosa comida en común: la bendita Palabra de Dios.

.

2.Subir sobre las alturas de la tierra: es decir, somos elevados de esta tierra, evoca ese estado eterno de salvación en la nueva Jerusalén. Experimentar correctamente el día de reposo es lo más cercano que podemos estar del cielo, de hecho, el propósito de la redención es que vivamos este día para siempre, vivir en las alturas junto a Jesús, el nuevo cielo y la nueva tierra es un eterno día de reposo. Por lo tanto, es nuestro deber transformarnos en ese hombre adorador del séptimo día, creados a la imagen de Cristo, aquella nueva creación que pertenece, que vive y disfruta el día de reposo.

.

3.Comer la heredad de Jacob: expresa apropiación y satisfacción personal. La heredad de Jacob es todo aquello que prometió el Señor en el antiguo pacto, es decir, apropiarnos por medio de la fe de aquel Redentor del linaje de Jacob, es deleitarnos en su persona y las promesas cumplidas en él. El maná del antiguo pacto fue un milagro portentoso para los Israelitas, pero Dios tiene un pan aún más delicioso atesorado para su pueblo: Jesucristo. En el día del Señor Jesús nos sigue diciendo: “mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Jn.6:55).

.

La clave del día del Señor no es simplemente congregarnos, el asunto es si este día lo concibes como un placer o no, es una cuestión de apetitos espirituales. La Palabra del Señor nos dice: “No dejes dejen de congregarse como algunos tienen por costumbre” (Heb.10:25), eso va acompañado con: “No dejes de deleitarte (en el día de reposo) como algunos tienen por costumbre”. En este día el mundo es un festival de vanidades. Sirven al materialismo, al hedonismo, se ha establecido el culto a la familia, al deporte, a la naturaleza y se han divorciado de la Iglesia de Cristo conformando sus propias comunidades con sus propios ritos, liturgias y mandamientos. No te rebajes a esos placeres inferiores, no hay nada más sublime en el día del Señor que celebrar la victoria de Cristo en aquella Cruz, no hay nada más majestuoso que rememorar juntos el Evangelio de nuestro amante Señor. ¡No abandones el día de reposo!

Ex.20:7 dice: “No cometerás adulterio”. Sabemos conscientemente que esto es un pecado atroz que va en contra el carácter de Dios y que trae destrucción a nuestra vida y familias. Hace unas semanas fuimos confrontados en la exposición del sermón del monte por parte de nuestro Ps. Alex, donde Jesús interpreto en toda su dimensión el séptimo mandamiento. Él dijo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt.5:27-28). Esa profundización hace que nosotros tomemos mayores recaudos contra ese pecado, que mi mente este más alerta para no ser seducido por la lujuria y la lascivia. De la misma manera debemos preparar nuestra mente para no atentar contra el día del Señor, pecar contra el cuarto mandamiento tiene el mismo grado de ofensa que pecar contra el séptimo, pero no lo concebimos de la misma manera. Cristo cargo todos nuestros pecados, incluyendo nuestros atentados contra el día del Señor y nos dio un ejemplo perfecto de cómo guardarlo, él es el Señor del día de reposo (Lc.6:5), es quien define que debemos hacer en este día y él te dice hoy: ¡No abandones el día del Señor!

.

¿En cuántas ocasiones has pedido al Señor gracia para luchar contra la avaricia, la codicia, la murmuración la falta de contentamiento o la apatía? De la misma forma debemos pedir gracia al Señor para experimentar con reverencia este día, debemos confesar ante el Señor aquellos pecados que están obstaculizando el deleite del día del Señor. No vivas el día del Señor de manera ociosa como los bueyes y los asnos, ni tampoco lo profanes siguiendo el reposo del becerro de oro, celébralo como Cristo lo hacía: prioritariamente adora y sirve al Señor en tu Iglesia local, has el bien, has obras de misericordia e involúcrate en aquellas actividades que aumentan tu propia santidad en Cristo.

Por cuadros como Nehemías 13 es que comprendemos a cabalidad porque el cuarto mandamiento inicia así: “Acuérdate del día de reposo” (Ex.20:8), porque Dios sabe de nuestra tendencia natural a olvidarnos de Su día, de hecho el v.18 de nuestro texto nos muestra esa realidad: ¿No hicieron lo mismo vuestros padres, y nuestro Dios trajo sobre nosotros y sobre esta ciudad toda esta aflicción? Vosotros, pues, aumentáis su furor contra Israel al profanar el día de reposo” (v.18)

Este pecado puede arraigarse en nuestros corazones y debemos tomar medidas como lo hizo Nehemías. Cerró las puertas de la ciudad en el día de reposo y puso vigilantes para que no entraran los comerciantes. En el v.21 se nos dice que uso la fuerza para lidiar con aquellos contumaces que insistían en profanar el día de reposo. Les pidió a los levitas que se purificaran y lo ayudaran. Utilizó todos los medios posibles para persuadir, convencer y hacer que el pueblo guardara debidamente el día del Señor. En el día de reposo no mantuvo inactivo, buscó, luchó y se esforzó con sumo ahínco, con celo y perseverancia que sus hermanos tuvieran una correcta apreciación y aprovechamiento del día de reposo. Muchas veces se piensa que Nehemías fue extremadamente duro con el pueblo por sus pecados, pero Núm.15:32-36 nos muestra que la consecuencia de profanar el día del Señor era la muerte. Nehemías insto a tiempo al arrepentimiento utilizando todos los recursos que Dios le entrego en su mano. Él es un claro ejemplo de la exhortación que hallamos en Heb.4:10-11: “Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”.

.

Dios, continuamente, desde la fundación del mundo, está ofreciendo a la humanidad la posibilidad de compartir Su reposo. Eso es en esencia el evangelio, la buena noticia que hemos hallado reposo a nuestras almas atribuladas por el pecado. Y con la misma constancia nos alerta del peligro de endurecer nuestros corazones ante Su evangelio y quedar excluidos del reposo por causa de la incredulidad. Tomemos en serio Su Palabra. Ni Moisés, Josué ni Nehemías pudieron darle un verdadero reposo al pueblo del antiguo pacto, porque lo que se requería no eran solamente reformas, sino un nuevo corazón, y eso solo lo brinda Jesucristo por medio de la obra de Su Espíritu Santo. Solamente en Jesucristo vamos a conocer el pleno cumplimiento del descanso de Dios, el bienestar perfecto al que somos llamados por el evangelio.

.

A diferencia del Israel de Nehemías la historia de redención si termina con un final feliz. Esta historia trata de un Príncipe justo y fiel que se convierte en Rey y rescata a una novia sucia y adúltera, a fin de embellecerla para el día de su boda. El dragón, el archienemigo del Rey, procura destruirlo antes de que este pueda rescatar a Su novia. Sin embargo, el Rey mata al dragón y, luego de ascender a Su trono, comienza a preparar a Su novia para la fiesta de bodas a la cual pronto vendrá a buscar para que vivan felices por siempre en su eterno reposo. Esa es la historia de Jesús y su Iglesia. Una historia de amor que culmina con felicidad absoluta e infinita.

.

Mientras esperamos esa realidad debemos orar como lo hizo Nehemías: “Acuérdate de mí, Dios mío, y perdóname según la grandeza de tu misericordia (v.22). Señor, aunque seamos olvidados por nuestros mejores servicios, tú sé nuestro oficial pagador, tú danos la recompensa de aquel reposo prometido en tu Palabra y perdona nuestra iniquidad, según tu gran misericordia. Ayúdanos a no abandonar tu casa. Oremos.

.